En Sueño Profético decían:
Sin obediencia a Dios, no digas “yo a Dios Lo amo”, porque la obediencia sale del Amor que tú has mandado.
La obediencia es un don que viene de dos caminos: del amor o del temor. Pero esto ya no es don, el que por miedo obedezca.
El Elegido es gigante en Amor a Dios, pero si no tiene más altura la obediencia, Mando no le manda Dios.
La obediencia es tan precisa como la respiración. La respiración, para el cuerpo. La obediencia, para Dios.
Sin respirar muere el cuerpo. Sin obediencia no manda Dios. Porque el Mando ya lo harían con reforma y sin Amor.
Decía Teresa de Ávila que para seguir a Dios tenías que amarlo tanto, que no llegara el pensar, en el sufrir o en el Mando, de “yo puedo sufrir más”, ni “¿está bien mandado este Mando?”. Porque el Amor te ayudaba a comprender lo que Dios había mandado. Y en el sufrimiento, siempre sentías su Presencia, y el sufrir perdía fuerzas y tú lo ibas achicando.
Desperté, oí:
Yo mucho seguí a Teresa, y me sirvieron sus palabras para que otros aprendieran.
Aprendieran a pasar ese camino exigente, que a más te alejes de Dios, más verás que el sufrir crece.
Ella te iba marcando, con su obediencia, el Camino, y te enseñaba a pisar con fuerza donde había pinchos.
Esto era mucho de ella:
Señor, quiero siempre oír tu Mando
y que conteste obediencia.
Pues si tu Mando no hago,
será el día que mi carne ya esté muerta.
¡Yo vivo, pero no vivo,
si tu Mando no sintiera!
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Libro 26 - Dios Comunica y Da Nombres - Tomo III - C1
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