En Sueño Profético decían:
Si el hombre se diera cuenta de lo corta que es esa vida, no ajustaría tantas cuentas y no desearía aquello que su muerte abandonara y luego otro lo disfrutara. ¡Bueno…, según el hombre le llama! Porque disfrutar es hacer lo que Dios manda.
Dijo uno:
Yo tenía un gran amigo que no le daba valor a aquello que fruto no le daba. Y tanto aprendí de él, que un día me dijo: “Ahora veo lo que vale la enseñanza que da el saber que aquí se está por una corta temporada. Voy a tener que aprender de ti, porque has alargado la enseñanza”.
Nos poníamos los dos a hablar en un mesón en el que frecuentemente nos veíamos, y ya veías que las sillas y los banquillos arrastraban para oírnos hablar. Había quien preguntaba: “¿Qué hago yo para cambiar de vida?, que esta vida me amarra a lo que tiene valor para el día de mañana, en el que ya no vivo yo”.
Desperté, oí:
El hombre le da valor
a la piedra que es más piedra,
que la pone en un rincón
y la venden cuando muera.
O a la joya que guardó,
que muchos ya la tuvieron.
Y a más muertos enterró,
más alto le ponen el precio.
Estudia la vida
que puede vivir un cuerpo,
y dale valor
a lo que traes al Cielo.
Aprende de estos dos hombres
que hoy hablan desde el Cielo,
y que tú oigas decir
lo que oye el segundo del primero.
***
Libro 30 - Investigaciones a la Verdad - Tomo IV - C3
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