En Sueño Profético se vio el campo y tres hombres de espaldas. Iban hablando alto, más alto que de costumbre se habla aunque estés en el campo.
Sólo se oía a uno. Los otros dos iban callados, de palabras, pero sin palabras iban hablando.
De estos hombres, dos iban buscando descanso de no oír ruidos, de no saber nada de su trabajo. El otro vivía en el campo y del campo. A éste era al primero que se le oían palabras para escribirlas e irlas presentando, para que a muchos les sirvan, que no sean hombres del campo.
Ya dijo:
El mundo no tiene arreglo
hasta que Dios el mundo acabe
y empiece otro mundo nuevo.
El mundo no tiene arreglo,
por ser el Dueño Dios
y el hombre no querer al Dueño.
Si el Dueño no fuera Dios,
el mundo tendría arreglo,
pero ya no estaría Dios
como está en aquel cerro,
y en esta grande pradera,
y dentro de nuestros cuerpos,
y en estas bonitas flores,
y en los pájaros, en su vuelo.
¡Y si le digo en los corderos…!
Es vergonzoso para el hombre
como piden el alimento
o se quejan del sufrir
cuando les duele su cuerpo.
Éstos se acercan al hombre
con un balar tembloroso.
Porque quieren al hombre, piden,
guardándose el sufrimiento
para que no sufra el hombre.
Yo no olvido a una cordera
que siempre iba rozando
su lana por mis piernas
cuando me veía sentado
en una grande piedra.
Tenía un balar de amor,
no de fuerza,
que hacía que en el rebaño
todos al dueño quisieran.
Si el hombre amara al Dueño
del Cielo y de la Tierra,
el mundo así no sería.
Desperté, oí:
Parece que nos robó
el campesino el habla.
“El mundo no tiene arreglo
porque el hombre a Dios no ama”.
Se le oía cuando terminaba
las últimas palabras.
“Y Dios no destruye el mundo
por lo mucho que Dios
al hombre ama”.
***
Libro 30 - Investigaciones a la Verdad - Tomo IV - C1
Si has leído el Mensaje y no tienes los ojos con alguna lágrima, es que no tienes alma en el cuerpo.
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