En Sueño Profético decían:
Si el hombre hiciera un pensar: ¿por qué sufre el que Aquí viene? –que es Dios el que lo trae–, se daría cuenta de que es él el culpable, porque Dios no le interesa.
No hay quién le pongan en las manos una cosa de valor, viniendo por buen camino, y el hombre diga que no. Si es de Dios, lo acepta, bien para él o para repartirlo como buen cristiano.
Pues sigue haciendo un pensar:
¿Cómo saber que está pidiendo ayuda, sin descanso, a sus Representantes y a seglares, que tienen lo que Dios les deja mientras están con cuerpo, y que no se ofrezcan a encargarse ellos de cundir estos arrobos, pasados luego al cuerpo y mandando que queden escritos para que el hombre no olvide que ese mundo es pasajero; para que piense que su cuerpo será muerto, y que los valores son los que hiciste para el Cielo?
¿Cómo puedes tú, pudiendo, decir: “Señor, yo no puedo cundir este “Diciendo”?
Que si mides las Palabras y la pesas, tienen la misma medida y el mismo peso que lo que Dios dejó dicho con el nombre de Evangelio. Esto se está repitiendo a diario, desde que se dio la Enseñanza al Instrumento, para que su contestar sean Palabras del Cielo.
Desperté, oí:
Es Salvación y peligro, según la interpretación que le dé el hombre, cuando Dios se manifiesta con esta abundancia.
Es Salvación para el que pecó con sus dudas, o para el que vive con el sufrimiento: “¿Si yo estaré perdonado?”.
Para éstos, es Salvación de espíritu, Paz en el cuerpo.
Y es peligroso saberlo y no cundirlo, administrando poderes del que manda en los dos mundos, o para el que a nadie tiene que pedirle parecer para cundir lo que pronto, hace ya 29 años, está mandando Dios escribir.
Haz el último pensar y piensa: ¿En qué lugar tendrá Dios al que pudo cundir Esto y silencio le dio?
***
Libro 24 - Dios No Quiere, Permite - Tomo IV - C4
En el sitio que es mejor no nombrar
ResponderEliminar