En Sueño Profético hablaban de los sufrimientos que el hombre pone y de los sufrimientos que llegan sin que los pueda evitar el hombre.
Que éstos, si el hombre los pensara, son pocos, chicos y cortos. Si piensas en Dios, a veces te sirven para darte cuenta que aquello más grande, que es la muerte, el hombre no llega a detenerla. Por mucho dinero que a la muerte le diera, o le presentara nombres de familias que ahí en la Tierra le dan reverencia, aquí quedaría la muerte ciega y sorda. ¡Con ésta no puede el hombre!
Pero los demás sufrimientos, el mismo hombre los pone. Con lo sencillo que es ese paso por la Tierra, qué difícil lo pone el hombre, porque con la Gloria no cuenta.
El quiere vivir su vida, sin ser dueño de ella. Se confunde con el espíritu, que aquí sí es dueño, pero no del cuerpo, que es por lo que tanto lucha, y abandona a este Cielo.
Desperté, oí:
El hombre cuida su cuerpo
para entregarlo a la Tierra
o para entregarlo al fuego.
Y el espíritu
se lo quita a la Gloria
y lo mete en el Infierno.
¿No podría
la cultura y los talentos
hacer una reforma
con el Nuevo Testamento
que Dios les dejó a los hombres
cuando Él bajó del Cielo?
Reforma en el hombre,
cumpliendo los Mandamientos.
Echando semilla nueva
y viviendo su Evangelio.
Que viviendo su Palabra,
ninguno perdería el Cielo.
¡Ya es tiempo de que los hombres
leyeran Esto con miedo,
si no ponen obediencia
a las Palabras del Cielo!
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Libro 21 - Te Habla El Profeta - Tomo III - C2
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