domingo, 10 de noviembre de 2019

El leñador y el cacharrero

En Sueño Profético se vio un carro lleno de leña. Eran troncos gordos, que subían por los varales del carro que con una maroma los sujetaba. Iba un hombre arreando al burro, por la postura del brazo que el hombre hacía, (esto se veía de espaldas).

Se quitó esta visión y se vio un vendedor de cacharros. Se oyó esta voz, y ya no se veía nada. Empezó diciendo:

Este zagalón y el leñador que se han visto fueron los que Le sirvieron al Maestro para que muchos aprendieran a tener confianza en entregarse en espíritu y cuerpo a Dios, antes que a si mismos.

Yendo Jesús enseñando a vivir sus Palabras, se paró en una calle, porque unas mujeres Le pararon para hacerle unas preguntas. Se fue acumulando gente, y la calle, que no era ancha, impedía el paso a los dos carros que Dios pone en el Sueño Profético.

Llegó primero el leñador y blasfemó en contra de Dios Padre, por no poder pasar su carro, y se volvió dando latigazos al animal, que no corría lo que él quería.

Al momento llegó el cacharrero, con su carro de cacharros, dejó el carro, y apartando gente, Le dice:

   –Maestro, ¿por esta calle vas a seguir? ¿Me da tiempo de llevar el carro a mi casa y encontrarte? ¡Yo creo que mi madre no me riñe, y mañana venderé los de hoy!

Le puso la Mano Jesús en el hombro y le dijo:

   –Ve a tu casa, que de aquí no Me muevo Yo, ni mis Discípulos. Si tu madre te dice algo, nómbrame a Mí, y te abrazará porque ya le ha concedido mi Padre lo que tanto Le pide.

Desperté, oí:

Este zagalón, va contento a su casa y le dice a su madre:

   –¡Madre, la calle que yo tenía que pasar, el Maestro la tenía ocupada, y no he podido pasar!

   –Le dije que por dónde iría para ir a Buscarlo, y me ha dicho que me espera. ¡Hazte tú cargo del carro! Cuando yo venga, madre, venderé los cacharros.

   –¡Tú vete, que ya están vendidos y premiado el que los compre!

El leñador llegó a su casa para descargar la leña. Y la puerta del corralón se le atranca y le hizo perder unas horas.

El zagalón llegó al gentío que iba detrás del Maestro y él no Lo veía, pero el Maestro a él lo estaba viendo.

Anduvieron unos metros y Jesús le dice a Juan:

   – “Trae al zagalón, que de ti vaya aprendiendo”.

Aquello se cundió aprisa y la gente llegaba a su casa y se llevaba cacharros y preguntaba.
Muchos no querían cacharros, pero cacharros compraban.

El leñador y el cacharrero dieron buena enseñanza.

Y la madre tenía Fe, que movía la montaña.


***

Libro 23 - Hechos de Jesús Perdidos, Hoy Dictados en Gloria - Tomo IV - C2

2 comentarios:

  1. Quien Aquí no encuentre a Dios se puede dar por ciego. Las Palabras de Dios son inimitables, su Enseñanza Única e Inigualable. Si tiemblan hasta los abismos cuando su Divina Mano levanta deberían de temblar los corazones cuando Su Boca habla,Aquí esta la Voz de Dios por si queremos la Salvación.

    ResponderEliminar
  2. Que Premio más grandioso tuvieron los hombres de aquellos tiempos! Tener a Dios de Carne y poder así adorarle..
    Estoy segura que la madre del cacharrero lo que pedía era ver a su hijo siguiendo a Dios Hijo y llenarse de su Enseñanza.No hay satisfacción mayor para una madre que ver al hijo siguiendo a Dios.

    ResponderEliminar