En Sueño Profético decían:
No es maldición ni castigo que
Dios aparte de su Gloria al que supo de este Caso –hoy único– y pudo hacer que
se cundiera por todos los sitios donde hubiera tierra y hombres, ya que Dios es
sólo Uno y para Él no existen naciones distintas, ni razas de hombres. Para
Dios son todos iguales. Es el hombre el que cambia las leyes para vivir
apartado de Dios.
Dijo un espíritu de la Gloria:
¡Qué cierto que para Dios no hay
razas ni naciones que Él prefiera!
El hombre quiere cambiar el
espíritu y el cuerpo, pero no puede. Poder sería que los cuerpos fueran como
los de los animales, todos distintos, como los de las fieras y las aves: unos,
con plumas, volando; y otros, devorándose. Éstos no necesitan del hombre: unos
se alimentan de lo que da la tierra y otros matan sin herramientas y sin dueño
que los castigue, porque su nombre es el de fieras.
Ya se han comparado dos tipos de
animales, en los que hay una gran diferencia. Ahora imagínate que los hombre
tuvieran, unos, tres piernas, y otros, dos; unos tuvieran los ojos en la cabeza
y otros la boca en la cara; que unos fueran vestidos y que a otros no les
hiciera falta ropa porque su piel fuera vestida de cordero; a unos verlos comer
usando cuchara, y a otros verlos coger la comida con la boca; hablar que no
supieran todos: que unos, para entenderse, hablaran, y otros, que se
entendieran por señas; que se pusieran enfermos sin darse cuenta y sin
importancia oírlos decir: “se ha muerto”.
Desperté, oí:
En este arrobo hacían
comparaciones del hombre con el animal.
Si lo que se ha dicho, así fuera,
no habría Gloria ni Infierno.
Y ya sería el hombre como el
animal. Que esto es lo que quieren hacer los que a Dios no aman, tanto los
Representantes de Dios como los seglares.
La “carne que Dios une”, el
hombre la rompe.
Y la Iglesia tiene a Dios
sufriendo por romperla y por aceptarlo.
Si los hombres, para Dios, no
fueran todos iguales, algunos se verían como se ven en la Tierra los animales.
Esto hace falta que el hombre lo
estudie.
La Ley de Dios es sólo una:
amarse todos como Él ama al hombre.
Si el hombre fuera como el
animal, ya se habría acabado el mundo material.
El espiritual ve el hombre que no
puede cambiarlo, porque en éste no le da Dios Libertad.
Termina el Mensaje diciendo: ¡Es
pena grande que Dios espere a pocos en su Gloria, porque el adelanto haya
puesto al hombre como al animal, diciendo: “esto no es malo”!
***
Libro 60 - Dios No Quiere, Permite - Tomo VII - C1
Que bien puesto está el titulo del tomo "DIOS NO QUIERE, PERMITE"
ResponderEliminar