En Sueño Profético decían:
Sabiendo el hombre que muere y
que nada con él entierran, ¡qué afán le tiene tan grande a las cosas de la
Tierra! Que llega hasta condenarse por dejar una buena herencia. Que mayoría de
veces, el portarse mal, también lo dejan de herencia por la enseñanza que da el
que dejó la herencia.
Dijo uno:
Yo oí a un heredero que me dijo
estas palabras que mandan que se dicten porque sirven de enseñanza:
“Tengo un pariente, que el día
que muera, yo cogeré una escandalosa herencia. Pero está durando tanto que,
como tiene dinero, siempre está acudiendo a alguien para vivir más años. Ya lo
conoce la gente por vivir amurallado”.
Yo lo terminé de oír y tuve que
contestarle con palabras que llevara a su pensar cuando fuera a acostarse.
Desperté, oí:
¿Tú has pensado en la muerte,
que puede que esté acechando
y no disfrutes la herencia
como al pariente le ha pasado?
Piensa en la herencia del bien
que al Prójimo vas dejando.
El pariente cogió la herencia
cuando ya,
en la muerte, iba pensando.
Heredó unos caseríos,
con títulos en las manos.
Quería darles más valor,
nombrando siglos
que otros habían ya heredado.
Yo le nombraba la muerte
y los grandes palacios
que visitaba la gente.
Lo quería retirar
de las cosas de la Tierra
que no sirven para nada,
tan sólo para que olvides la
Gloria.
Las herencias siempre sirven
para que desees la muerte.
Sesenta años tenía él
cuando yo dejé esa vida,
y aún,
el que heredó antes que él,
vivía.
Pide la herencia del Cielo,
y Dios te dará a diario
lo que necesite el cuerpo.
Libro 30 - Investigaciones la Verdad - Tomo IV - C8
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