En Sueño Profético decían:
Hay quien enfada a Dios queriendo saber los “porqués” de Dios, queriendo saber lo que sólo sabe Dios, queriendo saber hacer las cosas mejor que Dios. Hay quien coge su camino y se pregunta: “¿Por qué hizo Dios aquello?” Otros se preguntan: “¿Por qué está permitiendo ahora esto?”. Y otros miran todo lo malo que hace el vecino, sin verse ellos sus defectos.
Dijo uno:
La ignorancia del hombre quiere hacer que Dios aprenda del hombre, sin pensar que según cómo recibas la alegría o el sufrir así te pasará Dios la cuenta. Que puede que en un sufrir Dios esté contigo en deuda y cuando recibas el pago tendrás, con creces, monedas. Monedas de las que el hombre no puede cambiar, ni comprarlas, ni tampoco hacerlas.
Estos son los “porqués” de Dios. Luego está la exigencia del que menos cumple lo de Dios, del que nunca pronunció la Oración del Padre Nuestro, ni se puso de rodillas diciendo: “Señor, perdón por los pecados que hago cuando la ira me llega, por no conformarme con lo que sé”.
Pues si aceptas con ira, ya estás haciendo pecado.
Desperté, oí:
Deja los “porqués” de Dios, que Él sabrá por qué quitarlos.
Que si tú aceptas los “porqués”, Él te paga un buen salario.
Pero para que te lo pague tienes que decir: “Bueno”. Y, sea como sea el porqué, tienes que aceptarlo sin preguntar.
Tú no te vayas de Dios y ve siempre por sus Pasos, porque a veces los “porqués” es Dios poniendo y quitando.
Hasta que pone un “porqué” que es silencio y es escándalo.
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Libro 66 - Investigaciones a la Verdad - Tomo XI
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