En Sueño Profético hablaban de la vanidad y de la Caridad. Decían:
La vanidad viene del mal espíritu. El espíritu del mal te enseña a que seas vanidoso. La vanidad no deja buen sabor al que la oye. El vanidoso no acepta el Saber de Dios. El vanidoso, su nombre es “yo”, y se apellida con el “yo”. El vanidoso no puede hacer Caridad, porque si ayuda al necesitado lo hace cuando sabe que va a ser humillación para éste, y siempre que favorece exige que se presenten como esclavos, sacando siempre como principio estas palabras: “Yo hice por ti tal o cual cosa”, agradándole siempre que diga el que recibió: “Yo le estoy muy agradecido”. Esto es la vanidad.
La Caridad no puede ser su compañera. La Caridad es dar espiritual y material; dar en espíritu con Amor, con ansias de que ese espíritu vuelva a Dios, y el dar material lo da siempre con delicadeza, nunca humillando al inferior. Si su presencia la hace delante del que menos preparación tuviera, él se queda atrás, presentando a éste el primero y dándole el mejor sitio. Esto es Caridad.
Dijo uno:
Mayoría de los que Dios elige son despreciados por el hombre, despreciados por falta de saber. Dios sabe si son humildes y Él los llena de Sabiduría, y ya no tienen que aprender del hombre.
Desperté, oí:
Dios premia al humilde que a Dios ama y no dice: “Señor, otros tienen más que yo, y Tú les das más que a mí”.
Dios es Humildad: Dios busca al hombre.
Dios es sencillo, para que Lo entienda el culto que a Dios ame, y el humilde que no sepa nada.
El que a Dios no entiende es el vanidoso, aunque culto sea.
Deja el camino de la vanidad y coge el de la Caridad.
Si Caridad no tuvieras, rompe tu título.
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Libro 8 - Dios No Quiere, Permite - Tomo I
Vanidad es necedad por hacernos creer dioses. Caridad es descubrir que Prójimo es Dios.
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