jueves, 8 de agosto de 2013

Premio del que Dios Aquí trae

En Sueño Profético decían:

No hay alegría mayor, ni premio que sea más grande, que aquél que reciba el premio del que Dios Aquí trae. Que el premio lo recibe cuando el Mensaje oye.

Dijo uno:

Yo creo que el hombre no piensa –esto el que oye y cree– lo que es tener delante a una persona que te diga:

“Dios me dice. Dios me dice que no calle. Me dice lo que es el espíritu, lo que es el cuerpo de carne, lo que es la Vida del espíritu donde no puede llegar nadie, lo que es la separación cuando el espíritu deja la carne. Me hace Dios que vea lo que no puede ver nadie, por adinerado que sea o por un cargo importante. Me estoy viendo con cuerpo, pero yo no puedo mandarme. Unas veces me hace el mismo Dios que yo Lo vea con Cuerpo, y otras veces oigo sin verlo. Pero su Voz no admite preguntas, porque no sabría explicarse cómo esta Voz es Con Fuerza, y luego, en ti, ya es suave. Es un cubrir que protege y te manda en el Mensaje. Que luego, en el despertar, se convierte en Mando fuerte. Tan fuerte, que Aquí notas más el Poder de Dios en el hombre”.

Desperté, oí:

Por mucho esfuerzo que hiciera el que quisiera hablar de Aquí en la Tierra, diciendo: “soy yo por Dios enseñado”, más se agrandaba la mentira.

Esta descripción de vivir sin el cuerpo, tienes que haber vivido para contarlo.

Y ya, hablar de Dios, diciendo: “yo Lo he visto, y me dice que vaya diciendo que Él me lo ha dicho, que lo diga y no calle...”

Esto acudirían muchos para hacer público “es mentira”.

Esta Caridad de Dios, con su Fuerza única y poderosa, va diciendo: “Esto es intocable, cuando del Cielo ya baja”.

Nadie se ofrece a que pregunten cuando él sabe que pueden callarle.

Esto, en la Tierra. Y en el Cielo, a Dios enfadarle.

Esta Profundidad Divina, responde Dios al preguntarle.

El Instrumento escribe lo que le dictan.

Y habla lo que le dice Dios que no calle.


***

Libro 20 - La Palabra del Creador - Tomo II - Pág. 119-120-121

1 comentario:

  1. Dedicar la vida a afirmar Dios me habla, recibiendo insultos y desprecios, sólo lo resiste quien es guiado por el Poder de Dios.

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