En Sueño Profético hablaban del espíritu y del cuerpo, de lo que el hombre valora lo que poco dura, y desprecia lo que no tiene fin, que su nombre es espíritu, que es lo que le da vida al cuerpo.
El cuerpo busca belleza y dinero. El espíritu busca camino que lo lleve al Cielo. Esto, cuando hay Amor a Dios, que tus pasos lo van diciendo.
Dijo uno:
Yo, cuando vivía con cuerpo, pocos años tenía cuando me di cuenta de que el dinero y la belleza hacían servicio poco tiempo. La belleza, aunque la cuides, no aguanta más de su tiempo. Y el dinero, en la vejez, ya está pensando tener otro dueño. Ahora compara el espíritu: ni se muere, ni conoce vejez, y todo el bien que hizo, Aquí viene con él.
Desperté, oí:
No censures la belleza
donde Dios la haya mandado,
que esto es un adorno
como otro adorno que veas.
Tampoco tires dinero,
poniéndole las palabras:
“Yo no lo quiero”.
Que esto sería no entender
esto que dicta el Cielo.
Va el Mensaje,
a que la belleza se va
y te deja huella nada más.
Y el dinero,
tú lo tienes que dejar
para que otro sea dueño.
El espíritu no te desprecia
ni por pobre ni por rico,
y lo que hagas ahí,
Aquí se viene contigo.
Es más grande esta comparación
cuando tú siempre has querido
que todos quieran a Dios
antes que lo que se ha dicho.
La belleza y el dinero
poco tiempo le hacen,
al mismo, servicio.
Esto es muy deseado,
pero es también peligro.
Puedes ensuciar belleza
o que mueran de hambre
y tú mueras rico.
***
Libro 32 - La Palabra del Creador - Tomo III - C4
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