En Sueño Profético hablaban del poco valor que el hombre le daba al espíritu, y de que la mayoría no creía en él.
Esto lo decían asegurando más la duda en los hombres de ciencias. Hombres que se tenían por cabezas fuera de serie, ocupando grandes cargos en ese camino corto, que después entierran sus cuerpos y premian lo que se llama sabiduría.
Culpaban más al que enseña que al que aprende. Decían:
El cuerpo muere y queda lo que obliga al cuerpo a portarse bien o mal. Esta falta de creer en la inmortalidad del espíritu hace que el hombre no controle la vanidad, la ira y la soberbia.
La vanidad te retira del Prójimo, y la ira y la soberbia te llevan a la violencia, que es de donde sale el crimen y las guerras.
Todo es falta de no creer en otra Vida, que es Ésta, de donde sale esta Enseñanza.
Desperté, oí:
Todo lo que ves que anda
es porque lleva motor
o el hombre tira
con ayuda de las ruedas
o del animal que engancha.
¿Pues cómo pensar el hombre
que el cuerpo solo se mueva
sin el motor del espíritu?
Un cuerpo que lo ves sano,
y a veces unos segundos,
y de pronto queda muerto
porque se le fue el espíritu.
Si el cuerpo anduviera solo,
moriría de viejo
como cosa que tiene grande uso.
Pero no le llegaría la muerte
joven y con buen cuido.
El motor del hombre
es Mando de Dios al espíritu.
Ya se ha dicho muchas veces
que el espíritu no muere
y que vive en dos sitios:
De donde Dios lo mandó
o donde él después quiso.
Quítale el nombre de muertos
a los que sabes que creían
en un Reino Prometido.
El cuerpo no tiene vida
si se le va el espíritu.
Es la lucha en la Tierra,
creer que se mueve el hombre
por su saber o su fuerza.
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Libro 22 - Investigaciones a la Verdad - Tomo III - C4
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