En Sueño Profético se vio una montaña, no era alta, que la
altura se la daban los llanos que al lado de la montaña estaban.
Ya dijo un espíritu de la Gloria:
“Yo, cuando vivía mi cuerpo, era cuando
vivían los Discípulos de Dios Hijo, Maestro, como ellos Le llamaban. Pues con
Santiago y Felipe en todos los momentos me unía; unas veces en esta montaña y
otras donde el Maestro daba su Enseñanza. Que para oír esta Enseñanza tenías
que creer y sentir un Amor tan grande que, por grande que tú lo sintieras, tu
pensar te hacía sufrir, porque querías que el sentir más se agrandara”.
Ya llegó Felipe y dijo:
“Cuando vayas a oír las Palabras del
Maestro, Dios Hijo para los que no son sus Discípulos, prepara tu pensar para
lo que el Maestro diga lo que quiere que sea oído por ti”.
Pues un día, estando terminada la cena,
el Maestro le dijo a Santiago:
“El que siempre está con vosotros, que su
interior, para Mí, es como un Discípulo más, id a por él, que seguro que está
esperando por si viene con vosotros”.
Estando terminando estas palabras, dijo
Felipe:
“Ya viene allí con sus dos hijos, que
tienen uno 15 y otro 13 años”.
Fue entrar en el salón y las primeras
palabras que dijo el Maestro fueron éstas:
“Yo sé lo que tú sientes cuando oyes mis
Palabras. Pues un sentir mayor desde este momento sentirás, porque para Mí ya
eres mi Discípulo, igual que los que buscas para que te hablen lo que Yo a
ellos les digo y les enseño. Tu sentir es que, con Amor y querer grande, tus
hijos sientan esta Grandeza que tú sientes. Que si sigues hablándoles como Yo
sé, que para todo mi Nombre pones lo primero, piensa que ya entrarás en el
grupo que estás viendo”.
Los hijos se fueron para la Mesa, y el
sitio del Maestro lo besaban con fuerza y cariño, por la grande Enseñanza del
padre y la madre, que todo el día a Dios nombraban con el nombre de Maestro.
Los hijos que estaban todavía entre niños
y hombres, fueron tan conocidos en el pueblo, que su casa siempre estaba llena
de los hijos que sus padres conocían a este que se está nombrando.
Desperté, oí:
Hablaban tanto de los Discípulos, que
Dios los dio a conocer. Que el que se está nombrando decía que él a Dios pedía
que cada día quería sentir más grande el Amor que sentía despierto y cuando
dormía.
Estos Mensajes son para verlos y oír las
Palabras de Dios y de sus Discípulos.
Ya se dicen los nombres que Dios en el
Arrobo ha mandado: son Felipe y Santiago.
Los que están aquí unidos van a por más
prólogos, y puede que traigan otros grandes, y el que los da, puede que me dé
alegrías.
Estando oyendo estas palabras se puso la
carne que Dios me unió delante, como cuando copiaba los Mensajes.
Su cuerpo, yo le pido a Dios cuando me
despierto, que yo siempre lo vea así, con su cuerpo y su cara contenta, y que
no falten estas palabras en mi pensamiento, que son las que me dice, que son
éstas:
“Ana cuídate, cuídate, que tu cuerpo le
hace falta a tu espíritu para no dejar la Obra que haces al Prójimo durante
tanto tiempo”.
Esto lo dicen espíritus de la Gloria en
mi espíritu.
Esto para comprenderlo, tienes que estar
al lado del Elegido.
Porque unas cosas son dichas por Dios y
otras son el pensar que tienes.
Dios manda que lo digas y que quede como
las Palabras que Dios manda, que todo es Enseñanza de Dios, que no está
escrito, y que es dicho por Dios al espíritu, en el Arrobo, y diciendo que se
publique por todos los sitios, como hacen los que están aquí unidos.
Piensa que éstos traerán alegrías, para
que Esto se cunda cada día más.
***
Libro 64 - Hechos de Jesús Perdidos, Hoy Dictados en Gloria - Tomo VIII - C7
No hay belleza más grande que la Palabra de Dios.
ResponderEliminarEste hombre ,de esta historia,estaba enamorado de Dios,y a los suyos también los enamora.
Que bonito cuando le dice Jesús,que todo lo ve,y sabe lo que lo nombra..
Está noche hace 39 años que me hablaron de Dios y fue su Profeta quien me lo Presentó.