En Sueño Profético decían:
Dios da las
fuerzas, pero tú tienes que practicarlas. Dios da la Caridad, pero tú tienes
que darla. Dios trae a su Gloria, pero no es para ti la Enseñanza, es para que
hables de lo que a ti te hablan.
Dijo uno:
Dios da las
fuerzas a más grande sea la carga, no por volumen que veas, porque puede ser la
carga una carga que nadie la vea. Y si Él no da la ayuda, el peso se lleva
arrastrando y entonces el peso de ti tira y en el camino te paras.
Voy a contar
lo que vi un día, yendo por los terrenos de Nazaret, siguiendo al Maestro.
Porque Él me admitió un día que yo quise conocerlo, que hacía tiempo que yo
quería, pero el valor me faltaba porque no fui hombre bueno:
Venían dos
hombres a pie, uno con un haz de leña de gran volumen y que pesaba bastante. Le
habían dado la leña y él se hizo la carga, que pudo hacerla más chica, pero
como no le costó nada la hizo bien crecida. Detrás venía otro hombre que no le
veías carga. Cuando veían una piedra, el que llevaba la carga se sentaba y
descansaba, y también se sentaba el otro, el que carga no llevaba. Se paró el
Maestro hasta que a Él llegaron, y cuando ya se emparejaron dijo uno de sus
Discípulos al que carga no llevaba:
—¡Buenos descansos tomabas, y eso que no
traías peso! ¡Si llevas a llegar carga, nunca te ven en el pueblo!
Terminó estas
palabras y se oye al Maestro:
—Yo no Me he parado por el
que lleva la carga, Me he parado por el que lleva el peso, aunque no veáis
carga. Mirad, pero más que mirar, oíd:
—Este
que lleva la carga se para cuando quiere, y descansa, y pide ayuda para
levantar la carga, y nadie se la niega, le ayudan y da lástima. Éste que lleva
el peso, pero que no se ve carga, se sentaba y más peso sentía. Cuando dice
“Maestro no puedo con la carga”, Yo le respondo: “desde este momento te notarás
sin peso, y cuando te sientes, se te quitará el cansancio, porque en Mí
confiabas”.
Quedó, como
siempre, silencio y un murmullo de unos con otros, que aprendieron Caridad, Perdón
y Lástima.
Desperté, oí:
Empleaban
caridad y lástima con el que la leña llevaba.
Y el Maestro
enseñó a que en Él confiaran.
A que no
hicieran juicios, porque a la caridad faltaban.
El que
llevaba las manos unas veces en los bolsillos y otras se las ponía como
tapándose la cara, no podía con el sufrir si al Maestro no llamaba.
El de la
carga confiaba en alguno que pasara cuando él descanso hacía.
El que no
llevaba carga sabía que no podía si Dios no lo levantaba.
La grande
carga de leña sirvió para la Enseñanza.
Emplea la
caridad donde más falta haga, pero hazla sin juzgar.
No sólo
aprendió el Discípulo, que aprendieron los demás.
***
Libro 74 - Hechos de Jesús Perdidos, Hoy Dictados en Gloria - Tomo IX - C4
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