En Sueño Profético hablaban de mí. Decían:
El que quiera ridiculizarla, mal lo pasará. A ella le llega a la inteligencia la Sabiduría, y la inteligencia le manda a las palabras. El hombre dice palabras, la mayoría de las veces, sin que pasen por la inteligencia. Al que Dios manda con su Palabra, la Palabra obedece a la inteligencia, y esta inteligencia acapara y se llena del Saber que Dios le manda. Luego va soltando, según la cabida de cada espíritu. Hay espíritus dulces que por falta de Enseñanza no son para enseñar de esta Gloria. Hay espíritus valientes, capaces de enfrentarse a los “sin razón”, pero no dando Enseñanza. Ella coloca el sombrero, justo en la cabeza que sombrero le falta. En esto ya ves a Dios sin que te digan palabras. La podrían examinar de preguntas y Palabras de los Escritos que Aquí dictamos, y ya verían una inteligencia no privilegiada, le verían lo que le vieron a aquellos que con el Salvador andaban: que por sus palabras y acciones los confundían con el Maestro. El que Dios trae Aquí, tiene que pisar el Camino que Dios le traza. Unas veces lo puede explicar el Comunicante. Y otras veces actúa normal, sin explicación, porque su inteligencia no manda palabras.
Desperté, oí:
Dios elige, prepara y premia
al que aprender quiera.
La inteligencia del hombre
tiene grande diferencia.
El hombre, para saber,
precisa que otro hombre lo enseñe.
El que Dios enseña,
es para enseñar al hombre.
Y esta Enseñanza ya deja
un sí y un no de quimera.
De quimera, para el que quisiera
que este Dios mudo estuviera.
Para el hombre vanidoso,
que mucho habla de Dios
y tampoco acepta que digan:
“Yo veo la Gloria de Dios”.
Siempre las quimeras son
del que desprecia y olvida
las Palabras de este Dios.
Pero el que viene, se lleva
Sabiduría de Dios.
Siempre que hagan preguntas,
verán reacción de Dios.
Aquí no es que aparece,
aquí es que oyes su Voz.
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Libro 7 - Investigaciones a la Verdad - Tomo I - C9
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