En Sueño Profético decían:
Sin Amor grande, no puedes ser Elegido. Sin Amor grande de Dios, tu vida no se destaca cuando llega la alegría y cuando llega el sufrimiento grande. Aquí es cuando el Amor de Dios te hace que pienses, diciendo: “Yo guardo el sufrimiento, y Llama más grande se hace mi Amor”.
Dijo un espíritu de la Gloria:
Estas palabras que se han dictado, yo las aprendí de Teresa de Ávila, cuando a las horas que salía del convento yo la esperaba, y mi vida tanto cambió, que el que me conocía me preguntaba que quién, las palabras que decía, me enseñaba.
Ya sigue hablando Teresa:
– Yo, no podía estar en el convento noche y día, sin salir a le calle. Yo no podía tener las Palabras en silencio, las que mi Dios en el Éxtasis me decía, con una Fuerza y un Amor tan grande, que ponerme de rodillas lo hacía deprisa, pero al ponerme de pie, mis rodillas quedaban pegadas al suelo hasta que mi Dios me decía:
– Teresa, ponte ya de pie, que el Éxtasis y el Arrobo, mi Padre los ha ya despedido. Esto lo puedes contar en el convento, y al que ponga dudas, ya verás el cambio que en el sufrir tendrá.
– Yo, cuando oía estas Palabras, no sabía qué hacer, pero mi Dios sí sabía mi pensar. Una noche, yo a Dios le pedí que me mandare la muerte, porque no podía aguantar el desprecio que en el convento a mis palabras les daban, sabiendo que no eran mías, porque cuando el Éxtasis se quitaba, mi cara, mi cuerpo y mis palabras, daban grande Luz del Cielo, porque diciendo yo lo que Dios me decía, la oscuridad de la celda, en Luz Divina con rayos quedaba, hasta que contaba lo que mi Dios me había dicho, con un sentir de Amor tan grande, que mi pensar, a Dios le quería pedir perdón, pero antes de pedirlo, mi Dios me decía:
– Teresa, dices poco para el sentir que tu espíritu le da a tu cuerpo cuando oyes mis Palabras, que son dichas por mi Padre en Mí.
– Yo quisiera que este Amor, todos lo sintieran. Yo quisiera que en el convento, todas quedaran en Éxtasis. Esto, para comprenderlo, tienes que sentir el Amor que Teresa de Ávila sentía.
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Libro 72 - Dios Comunica y Da Nombres - Tomo VII
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