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lunes, 13 de noviembre de 2023

Viviendo Santidad, ya eres Santo

En Sueño Profético decían:

Bueno puede ser todo aquel que quiera ser bueno. Al ser bueno, ya puedes contar con la entrada en la Gloria.

Dijo uno:

El ser bueno puedes aprenderlo y practicarlo, y ya vives la vida de los Santos, que Santo es todo aquel que quiera. Viviendo Santidad, ya eres Santo. Pero si Dios no te elige ni te trae a su Gloria, tú no puedes venir Aquí mientras viva tu cuerpo, no puedes ver nada Sobrenatural, ni quedarte en Éxtasis, ni vivir Arrobo que Dios hace para que el hombre no pueda decir, “Existió Dios, pero ya no existe”, y el que quiera busque sus Pasos y los siga. Tampoco puedes curar la carne enferma ni quitar enfermedad de espíritu. Pero si Dios te elige, ya te manda en su Nombre y ven el Milagro.

Desperté, oí:

¡Qué claro te pone Dios lo que es un Elegido para enseñar y lo que es un Santo viviendo Santidad!

Santo puede ser todo aquel que quiera.

Esto exige amar a Dios y aceptar todo lo que la vida te presenta.

El Santo adora.

El Profeta es donde Dios habla.

Éste no hace nada que no sea Mando de Dios.

Pide todo para el bien del hombre y sufre cuando ve que el hombre desprecia las Palabras de Dios.

Que siempre, antes y ahora, son las mismas, por sólo haber un Dios.

El Santo puede guardar silencio y vivir en la montaña.

El Profeta tiene que hacer el Mando, que es Dios el que le está mandando.

 ¡Ve y di en mi Nombre! Esto no puede hacerlo ni decirlo el que en él, Dios no hable.

***

Libro 75 - Meditaciones y Palabras Directas con El Padre Eterno - Tomo VIII - C7

lunes, 8 de marzo de 2021

La viuda del santo

En Sueño Profético hablaban de la Justicia de Dios, de lo que Dios manda cuando el hombre Le pide:

Mayoría de veces el hombre le pide a Dios que le haga Justicia, le pide el que peor se comporta, el que hace lo contrario que Dios manda, y con este mal comportamiento está pidiendo que Dios le haga Justicia, a la que el hombre le pone el nombre de “Dios te ha castigado”. Hay veces que el desafío del hombre hacia Dios es tan grande, que Dios responde.

Dijo uno:

Yo cuento aquí un hecho en el que Dios tuvo que contestar: “Trabajaba yo en el campo con un  hombre que era carne de santo. Era el que cuando aventajaba su trabajo, acudía al tuyo, pero sin ningún interés. Pues la mujer de este santazo también trabajaba en las faenas de recolección, y con tres hijos que tenían, allí vivían mientras duraba la faena. Mi mujer, que también iba conmigo, tenía una gran amistad con ella, ya que hijos no teníamos y estos chiquillos nos consideraban familia. Pus enfermó este buen hombre y no hubo remedio para la salvación de su carne, y murió. Esta mujer, que no se sabía si el marido era santo por ella, o ella santa por el marido, otros y yo acordamos ir al encargado de repartir las faenas para que la dejara trabajando siempre, y así sería su dolor consolado, ya que sentía al marido como un pedazo de su carne que le hubieran arrancado. Ella sabía que si sus hijos allí seguían, no pasarían hambre, y su marido tendría Gloria con el bienestar de sus hijos. Pues todos los planes fueron inútiles, rotundamente dijo que no, que era un cargo que a la larga le pesaría, porque siempre estarían faltos de algo; y la despidió del caserío, que llanto nos costó la despedida. Hubo quien le dijo al encargado: “puede que tú pases por el mismo camino”, y le contestó con desprecio: “Mujer, no pienso tener, ni hijos; no se me puede morir nadie”; y siguió con la frialdad del que no ama a Dios. No se contó un mes, cuando se oyeron grandes gritos, y fueron del encargado que todos conocían como dueño, por su mando; unas compuertas de un granero le cortaron los dos brazos; los médicos los amputaron ante el peligro de poder curarlos.

Desperté, oí:

Aquí tuvo Dios que contestar,

porque él quería contestación.

La gente llamó castigo,

cuando veían pidiendo

a la viuda y a los hijos.

Él, sus primeras palabras,

era decirle a la gente:

¡Buena me he quitado de encima,

tenía que socorrerles

si conmigo los tenía!

Un día, que iban pidiendo

mientras trabajo encontraban,

una les sale al camino:

¿Tú eres la viuda santa?

Sí, dijo con la cabeza,

mientras secaba sus lágrimas.

El santo era mi marido,

que era el que a nadie dejaba,

cuando veía a una mujer

pidiendo con algún niño.

Muchas veces en la siega,

apartaba dos montones,

y el dinero que cogía

era para quien sabía

que nadie jornal le daba

porque trabajo no hacía.

Eran enfermos sin cura,

tullidos y andrajosos.

Dijo ésta ya que oyó:

Sécate mujer el llanto,

que vas a pasar a dueña

del sitio que te han echado.

Era una de las dueñas de esa finca,

pero nunca había visitado

ni la finca ni al encargado.

Tenían muchas más que aquélla,

entre ella y un hermano.

Dios da el premio a la viuda,

que vive al marido en llanto.

Y el encargado, no es castigo,

pero se queda sin brazos.

Para quedarte viudo,

no hace falta estés casado.

En perdiendo algo de carne,

ya pierdes lo de casado.

***

Libro 8 - Dios No Quiere, Permite - Tomo I - C6

miércoles, 22 de noviembre de 2017

El Santo no nace, el Santo se hace

En Sueño Profético decían:

El Santo no nace, el Santo se hace. El hacerte Santo puede ser por un sufrimiento o por un arrepentimiento. Luego está el que sin sufrimiento y sin arrepentimiento en todos los momentos de su vida a Dios ponía delante y sus Pasos siguió, practicó el Amor al Prójimo, que te hace que sientas caridad, sin a Dios preguntar los porqués de lo que tú estás remediando. El que siga este vivir, también se hace Santo.

Dijo uno:

El Santo tiene que despreciar muchas cosas que la Tierra te ofrece.

Desperté, oí:

Hablaban en la Gloria de los Santos.

Decían las muchas formas que había para vivir santidad.

Que tú la vivías sin saber a lo que llegarían.

Que esto era amar a Dios despreciando lo que en la Tierra te ofrecen diciendo: “No es malo”.

Que el sufrimiento abrazado, santidad va acompañando.

Lágrimas mandadas a Dios, con arrepentimiento, cuéntate Santo en el Cielo.

Estos Santos son nombrados y Dios les concede que hagan, con su Nombre, milagros.

Piensa que el Santo no nace, el Santo se hace.

Santo es todo el que quiera vivir la ley de Dios y abrazar lo que le llega.


***

Libro 32 - La Palabra del Creador - Tomo III - C6

jueves, 9 de julio de 2015

Santo Dios y Santo Cielo

En Sueño Profético hablaban del Elegido y del hombre que ha conocido al Elegido. Decían:

No es lo mismo decir: “dicen que vieron”, que decir: “yo lo estoy viendo”.

Y no es lo mismo decir: “quién pudiera oír al que Dios le manda en su Gloria que diga “Dios me habla”, como decir: “yo quiero oír lo que dicen que le hablan”.

Hay quien quisiera que Dios a nadie se manifestara, aunque le veas cumplir algo de lo que Dios manda. Éste enfada más a Dios que el que no lleva la cuenta de hacer cumplidos a Dios.

Son dos posturas distintas: vida de cuerpo sin utilizar espíritu, y vida de hipócrita al servicio de los demonios.

No puede ser creer en Dios, y vivir con indiferencia y desprecio al que puede presentar: “Esto está Dios diciendo”.

Dijo uno:

Igual que acude el hombre a todo lo de la Tierra, para coger donde está el tesoro y donde el peligro se encuentra –cuando tiene aviso–, ¿por qué no se presenta en los sitios donde estos Casos se encuentran, una vez que se hacen públicos y han pasado por personas que son también de estudios y saben dónde la firma dejan?

Desperté, oí:

¡Santo Dios y Santo Cielo!

¡Cuántos irán a la Gloria
y cuántos irán al Infierno!

¡Santo eres Señor,
cuando no acabas con el mundo,
y así darías contestación! 

Por ser Dios,
Te siguen los que Te aman.

Por ser Dios,
no quieren oír tus Palabras
los que tenían que estar
de rodillas esperándolas.

¡Santo Dios, Santo Cielo!,
dicen en la Gloria espíritus puros,
y espíritus que Dios les da el Perdón
porque en la Tierra lo pidieron.

¡Cómo puede pensar el hombre
que despreció estos Mensajes,
que después entre en el Cielo!

Dios manda ahí sus Palabras
al espíritu y al cuerpo.

Un espíritu de Dios
responde a un “Dios diciendo”.


***

Libro 20 - La Palabra del Creador - Tomo II - C3

lunes, 27 de enero de 2014

Santo es el que quiere

En Sueño Profético decían:

Santo es el que quiere. Santo es vivir vida de santidad.

Respuestas para cuando pregunte el hombre, ¿y qué es vida de santidad?:

“Coger la Palabra de Dios escrita y hacer lo que Dios manda y tiene mandado”.

Otra pregunta: ¿Mandará siempre igual?

“Escrito está: “Palabras de Vida Eterna”. Estas Palabras son dichas por el Mismo Dios”.

Vivir vida de santidad, amando, es tan fácil como en la vida material. Aún más, comportarte sin hacer crimen ni robo, esto le es fácil vivir sin hacerlo, cuando su materia tenga educación y quiera respetar las leyes del hombre.

Pues amando a Dios, menos trabajo te cuesta vivir ahí ya santo.

El hombre tiene mala interpretación del santo; el hombre cree que para ser santo tiene que someterse a una prueba de martirio, esta prueba hecha por el hombre.

Dios no necesita que el hombre le diga: “Dios, éste puede pasar a tu Reino”.

Dios es Dios y no hace pruebas. Dios, cuando la carne enferma, por no ser eterna, ya responde según su Amor a Dios; y en las dificultades que el mismo hombre pone al hombre para atribular, ya ve Dios su reacción hacia Él, sin Dios ponerle pruebas.

Dios nunca dijo ni dirá, cuando uno quiera vivir sus Leyes, que el hombre le dé maltrato. La carne es débil y a estos martirios se queda sin actividad.

Desperté, oí:

Aquí puede ver el hombre,
lo que es un hombre santo.

El santo lo es cualquiera
que a Dios no deje de amarlo.

¿Quién es el hombre en la Tierra,
para maltratar de hechos, de palabras,
y que corra en malas lenguas
una vida en santidad,
porque pecado no quiera?

El hombre pone de santo,
a veces queriendo agradar,
a aquel que santo no vive
porque le falta el amar.

Haciendo vida de santo,
las pruebas están de más.

Ama a Dios sin medida,
y empieza la santidad,
y puede que cualquier día
Profeta te llamarán.

Santo se hace el que quiere,
y Profeta, Dios dirá.


***


Libro 2 - Meditaciones y Palabras Directas con El Padre Eterno - Tomo II - Pág. 185-186-187

sábado, 23 de noviembre de 2013

El hombre acepta al Santo y no al Profeta

En Sueño Profético vi muchas caras, y decían:

Todos éstos fueron Profetas, Lugar que Dios habló en ellos. Todos fueron maltratados por el hombre, por el hombre que decía que a Dios amaba.

El que a Dios ama, no puede ofender al Profeta, una vez que el Profeta, las Palabras no son suyas. Estas Palabras son de Dios Padre y dichas por Dios Hijo. La palabra Profeta cambia de color al hombre.

El hombre acepta al Santo y no al Profeta. El Santo todo puede ser suavidad. El Profeta tiene momentos bruscos para el hombre, y esto molesta al hombre. El Santo vive su santidad. El Profeta es que Dios vive en él. Todos los Profetas dijeron sentencias que al hombre no agradaron. El Profeta tiene la Fuerza de Dios en la contradicción.

Las Palabras que Dios dice en el Lugar que elige, tienen Fuerza del Reino Eterno. El que Dios habla en él para enseñar, éste no retira Palabra poniendo palabra que el hombre le dijera. Aquí se ve que la Palabra es Dios, Dios que anuncia su Venida en un Lugar que le permite al hombre que viva.

Este Lugar, Dios lo arroba, haciéndose Dios dueño de lo que ya es suyo; suyo antes, pero con la Libertad de Dios. Luego Dios le quita la Libertad en el Arrobo, y ya, espíritu y Libertad quedan con Dios a su servicio.

Desperté, oí:

Con una clase diaria de media hora, en poco tiempo aprenderían cómo es este Mundo Eterno.

Es fácil aprender del que Aquí lo traen. Es fácil para el que ama o quiere amar.

El que ama, todo lo recibirá como Palabra de Dios.

¿Qué nombre le pondría el hombre, a donde Dios hablara, mejor que Profeta?

Pesar esto es creer no en este Dios.

Estudia lo que es Dios, y a todo lo que haga dirás amén.


***


Libro 11 - Te Habla el Profeta - Tomo II - Pag. 4-5-6

sábado, 9 de febrero de 2013

El leñador santo

En Sueño Profético hablaba una mujer, y dijeron:

Esta mujer habla en la Gloria de Dios, pero quien habla es Dios. Esta mujer cuenta la vida de un leñador que vivió una vida tan santa, que Dios cogió de amigo al leñador y lo traía a esta Gloria para que enseñara a vivir como él vivía y contara la Vivienda Eterna, donde Dios esperaba al que ahí Lo quería y al que ahí Lo despreciaba.

Dijo el mismo que hablando estaba:

Yo sigo contando la historia de este leñador, que el que tuviera trato con él, se hacía santo viviendo la santidad, que de Aquí salen los Santos. Este hombre era casado con una mujer que perdió el nombre por éste: “La que paciencia enseña”. Tenía dos hijos, y con dos bestias, un hocino y un hacha, vivía esta familia, que también su sobrenombre tenía: “Los leñadores contentos que te transmiten la alegría”. A cada burro le habían puesto en la cincha unas campanillas, que sonaban según querían. Cuando venían con la leña, era un tilín lento. Y cuando iban subidos, el tintín era contento. Un día, me contó el padre –que era el primero que fue bueno, y ya siguieron los hijos adornándolo como ángeles del Cielo–, que cuando cortaba la leña, veía doblar el tronco sin él haber hecho esfuerzo. Se paró y casi, casi sintió miedo. Miraba el hacha y el tronco, y antes de que mirara el hacha, el tronco ya estaba con su largura en el suelo. Un día cogió al mayor de los dos hijos –con doce años– y le dio el hacha señalándole dónde tenía que golpear. Fue dar el segundo golpe, y el mismo muchacho decir: “¡Padre, tengo hasta temblor! Ya está cortado el eucalipto. Esto me viene pasando hace días. Se lo conté a madre y me dijo: “reza y da gracias a Dios, que eso eso lo que yo Le pido a Dios, que cortéis con su ayuda”. Desde ese día, era el rezo de los tres juntos, cuando llegaban al campo; y cuando terminaban, en su casa, ya eran cuatro dando gracias. Este leñador llegó a ver a Dios entre la leña y el monte, y su hijo lo firmó. Siempre contaba el leñador alguna Visión que Dios le hiciera.

Desperté, oí:

Cuando nació el leñador,
al poquito de nacer,
dicen que dijo la madre:
“Señor, si mi hijo va a ser tuyo,
ya empiezo gracias a dar”.

“Pero si va a ir en tu contra,
ya te lo puedes llevar”.

¡Cuánto amaría esta madre
para hacer este rogar!

¡Y qué Dios pagando al hombre
este pagar sin igual!

Si piensas, no fue el primero
el leñador en amar.

Fue la madre que lo ofrece
antes de poder pecar.

¡Cuánto puede este Amor,
Amor de la Eternidad!


***

Libro 14 - Dios Manda En Su Gloria Que Enseñen - Tomo II - Pag. 133-134-135

martes, 24 de enero de 2012

El Herrero Santo


En Sueño Profético contaban un hecho presenciado por el mismo que lo cuenta.

Dijo este espíritu de la Gloria de Dios:

Es corriente por el hombre decir que cree en Dios, pero no creer en nada que de Él venga. Son pocos los que creen que Dios se comunique al hombre. Son pocos los que cuando les cuentan lo que ha dicho el Comunicante, no sueltan una frase de insulto para el que Dios ha elegido, que este insulto es una blasfemia para Dios.

Dijo este mismo:

Yo, en el sitio que trabajaba, había uno que tenía un gran espíritu de sacrificio. Éste siempre estaba deseando serle útil a otro; no miraba si era merecida su ayuda o no. Pues este hombre, Dios se comunicó a él varias veces. Y de 10 que trabajábamos juntos, no podía hablar con ninguno. El que estaba encargado de repartir el trabajo, a él le daba lo más duro, le daba el trabajo que podía hacerle quedar mal, para después decirle: “¿Dónde está tu contacto con Dios?”, y ser la risa de todos. Este que mandaba era un hermano del dueño de la herrería, que ninguno de los dos creía en Dios. Aquí, en esta herrería, lo que más se hacían eran ventanas, y tenía el nombre de “La ventana de hierro”; esto lo tenía pintado en la fachada de la casa. Pues aquí viene el hecho milagroso que Dios quiso que el pueblo viera:

Hacía unos días que este herrero colocó unas ventanas, más bien chicas, en una cámara. A los pocos días hubo un fuego en la misma casa, habiendo 3 niños solos y el mayor de 9 años. El fuego empezó en la lumbre que había en la cocina, que estaba en la entrada de la casa; pasar el portalón, y ya estaba la lumbre; una habitación que dormían los padres y el chico, y los dos mayores en la cámara, al lado del poco grano y de los aparejos de los burros que tenían. Fue el mayor darse cuenta del fuego, y al intentar bajar, el humo no los dejaba. Se fue dando gritos a la ventana, y acudían, pero sin poderle socorrer, ya que la puerta estaba cerrada con tranca.

Dijo el chiquillo:

–¡Traed una escalera, que los hierros se rompen!

Y como si los hierros fueran de masa, se iban derritiendo, quedando la ventana como fundida.

Todo el pueblo acudió al Milagro. Cuando llegó la madre de su faena, le preguntó cómo poder romper la ventana, y el niño le dijo que cuando se asomó a la ventana, el humo y las llamas le decían:

–Pide una escalera, que la ventana lleva Divinidad de la manos que la pusieron, y se verá un prodigio.

Desperté, oí:

¿Quién podría haber pensado
que allí a Dios Lo verían?

Esta familia era buena,
y el herrero que era un Santo,
Dios quiere que el pueblo vea
que allí se haría el Milagro.

Todo el pueblo se volcó
en restaurarle la casa.

Con la grande diferencia
de que se quemó cochinera
y levantaron palacio.

Y al herrero lo buscaban
como Santo que aún vive
para todo remediarlo.

El dueño de la herrería
le pagaba y no le hacía trabajo.

Pero le tenía la calle
llena de gente
y por hierros preguntando.

Se llevaban pedacitos
de los que él había tocado.

¡Qué pronto aclara Dios
lo que el hombre tiene tapado!

Puede con fuego o con agua,
pero el hombre ve su mano.

Ya le dieron al herrero
adoración sin trabajo.


***

Libro 6 - Dios Manda En Su Gloria Que Enseñen - Tomo I - Pag. 169-170-171-172

jueves, 26 de mayo de 2011

Profeta y Santo, no se pueden comparar - Libro 7 - Investigaciones a la Verdad - Tomo I - Pag. 9-10-11

En Sueño Profético hablaban de la Gloria y me explicaban este vivir sin materia.

Decía uno:

Muchos arrobos habrá, hubieron y hay. Pero poder transmitir el vivir de esta Gloria cuando tú vuelves ahí, te hacen falta palabras y síntomas el describir, para explicar reacciones que tú notaste Aquí.

Esto es vivir Aliento del Padre, Creador de todo lo material, y sin principio de este Mundo espiritual y sin fin.

Dios Creador y Gloria que adora; Gloria que adora al mismo Dios, por ser Dios mismo la Gloria.

Aquí no hay lo del hombre, que se trata como el lobo y pierde el inocente.

Aquí todo es inocencia, por ser Presencia de Dios.

Aquí sólo vive espíritu, que fue lo que Dios mandó.

Aquí, Dios forma la carne para dar la explicación, estudio que si hace el hombre,
ve fijo que ésto es de Dios; ésto es, diciendo palabras para dar justificación.

Esta Gloria no la escribe el Santo que sea mayor, como no sea Aquí traído el espíritu por Dios, dejando el cuerpo vacío del espíritu de Dios.

Una vez que Dios arroba, este espíritu es de Dios.

Desperté, oí:

El Santo se santifica,
haciendo caso de Dios.

Pero el Santo ve la Gloria,
cuando la carne dejó.

Puede que vea la Gloria,
que Dios le haga Visión.

Puede que tenga un arrobo,
que también Dios lo llevó.

Pero con todo el que Dios coge,
como Profeta, que es Lugar,
ésto, no den comparaciones,
ésto es para enseñar.

Éste pertenece al grupo
de los Profetas de atrás.

De los que hablaban del Hijo,
antes del Hijo llegar.

Del Lugar que Dios habita,
para de la Gloria hablar.

Profeta es Dios sin Carne,
porque Carne tuvo ya
cuando vino amando
al que Lo mandó crucificar.


***