En Sueño Profético decían:
El hombre sabe que tiene que morir, pero no quiere saber qué hay después de que entierren su cuerpo. El hombre sabe que un cuerpo joven y sano, de momento queda muerto, pero no quiere pensar quién daba movimiento a aquel cuerpo, no quiere pensar que era el espíritu, que cuando Dios lo manda al nacimiento de la carne, forma ruido, y cuando oye llamada, se va en silencio, que es la vida del espíritu que nunca muere.
El mundo material puede acabarse. El espiritual, jamás, por ser Mundo Eterno, hecho por Dios Padre, para que los espíritus que ahí les entierran sus cuerpos, si quieren la Eternidad, vuelvan con Dios Padre. Después está Dios Hijo, pero ya con Cuerpo de Carne.
El hombre sabe que ahí no queda, pero niega a Dios en sus actuaciones y no se oye el nombre de Dios para alabarlo.
Dijo uno:
El hombre sabe que hay algo que a él le puede, que este algo lo ve más cuando le llega el momento de tener que entregarse a la muerte, sin pretextos, sin achaques, sin bienes que le presente, queriendo muerte pagar y que algún tiempo le deje, pero no le llama Dios.
Desperté, oí:
Si no hubiera muerte,
dolor ni vejez,
¿quién se acordaría de Dios?
Ésta es la pena del que ama,
que ve que nombran a Dios
cuando la vida se acaba.
Ponían muchos ejemplos del espíritu,
cuando Dios lo manda
al nacimiento de la carne,
y cuando lo llama
para que sea enterrada.
La llegada es con ruido,
llanto y movimiento.
A la llamada,
el llanto no es del espíritu.
Ya es la materia
queriendo detener al espíritu.
Si el hombre pusiera en práctica
lo que tiene en olvido,
sería un mundo de Paz,
y la muerte llegaría
siempre por enfermedad.
Y dándole despedida:
“Señor, que no me enfade contigo,
que yo sé que vivo está”.
***
Libro 25 - Meditaciones y Palabras Directas con El Padre Eterno - Tomo III - C3
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