En Sueño Profético decían:
Si tu
presencia la piden y la niegas, no reciben. Que puede que al recibir vean
verdad y tengan que confesar que después de recibir creían más. Que el recibir
puede ser en alguna reacción que alguno tenga, y el que lo conozca vea que ha
sido por tu presencia. Siempre, que tu presencia no sea con desafío para ver el
Poder que llevas.
Dijo uno:
Yo seguía a
Juan de Dios y con él me acercaba a las camas de los enfermos que remedio no
tenían y lo llamaban. A algunos les oía decirle:
“Yo he pensado
partir siempre mis ganancias y acompañarte y contarles mi enfermedad para que
vean que Dios es la gran Medicina para retirar el mal y dejar la carne limpia”.
Estos que así
hablaban tenían una Fe que se curaban.
Desperté, oí:
La Fe, era Juan quien la llevaba
y la dejaba en el enfermo
cuando a la
cama se acercaba.
Siempre
llevaba alegría de consuelo.
Primero nombraba a Dios
sin que le oyeran palabras,
y cuando ya estábamos lejos
lo decía como cuando
se acercaba:
“Que mi mirada al enfermo
sea Poder tuyo
y medicamento.
Primero que llegue al espíritu
y después que
sane al cuerpo.
Por si le llega la hora,
nos veamos en
el Cielo.
Si se calma el dolor
y se va a su casa bueno,
el nombre de Juan de Dios
lo nombraban
ya los enfermos.
Esta noche voy a quitarle
comodidad a mi cuerpo
y no voy a
coger la cama.
Y empalmaré mi oración
para que el enfermo
tenga presente
a Dios”.
Yo no sé lo que el enfermo sentía,
pero curando su carne,
y no curando,
el nombre de
Dios le oías.
El Amor a Dios, llamándolo,
es la Medicina
que hace el milagro.
JUAN
DE DIOS
***
Libro 26 - Dios Comunica y Da Nombres - Tomo III - C9
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