En Sueño Profético se vio una mesa grande, más bien
estrecha y larga. Estaban sentados unos doce, y ya dijo uno:
“Nosotros somos los Discípulos de Dios
Hijo, Maestro como Él quería que Le llamáramos. Aquí Le estamos esperando, pero
nos faltan alegrías para recibirlo, por el número que está sentado al lado de
la mesa”. Ya se puso Santiago de pie y dijo: “Ya viene el Maestro. Yo creo que
dirá unas palabras, que su saber lleva por dentro”.
La Presencia que Dios traía en su cara no
era contenta, y dijo estas palabras:
“Cada día que pasa más se ve que mi
Presencia quieren quitarla. Pero mi Presencia no puede faltar, porque el Mundo
existe por Dios Padre y por Dios Hijo, y tengo Poder y Mando de Dios Padre”. Ya
diré las palabras: “De todos los que estáis aquí sentados, de los doce, uno
está ya pagado para que a mi Cuerpo mate. Que esto tiene Resurrección para que
vean el Poder de Dios, que dejará la Cruz vacía y mis Manos y mi Cuerpo con
grandes heridas. Este Permitir lo consintió mi Padre, para que luego vieran su
Resurrección”.
Fue terminar estas palabras y todos,
menos uno, se pusieron las manos en la cara y, las manos, las mojaron las
lágrimas.
Seguían diciendo las Palabras del
Maestro:
“El número doce ya tiene su sitio en la Profundidad,
que todos lo verán como verán mi Resurrección”.
Y de momento se fue el número doce.
Dios estaba con su Túnica normal y
repetía estas palabras:
“Yo sabía que uno de vosotros Me haría
traición, que tiene el nombre de Judas. Todo lo que se ha visto fue cuando mi
Cuerpo vivía, hasta que Lo mataron”.
Desperté, oí:
La Visión que se ha visto y las palabras
que se han oído, han sido lo mismo que a Dios Le hicieron.
Sus Discípulos sentados a su mesa, que
tenían al lado a Judas, y pedían un castigo grande para que se enterara el que
Matarlo quería y Lo mató.
Ya dicen que piense en las alegrías que
me manda Dios.
No se puede dejar de decir cómo estaba la
carne que Dios me unió, con su cuerpo y su traje, normal, en su despacho, como
cuando copiaba los Mensajes.
Su mirada era como cuando vivía su cuerpo
y decía: “Ana cuídate, cuídate, que tu cuerpo le hace falta a tu espíritu”.
Esto lo dicen espíritus de la Gloria en
mi espíritu.
Si Aquí Dios pone su Poder, un escándalo
grande se tiene que ver.
***
Libro 64 - Hechos de Jesús Perdidos, Hoy Dictados en Gloria - Tomo VIII - C7
No hay comentarios:
Publicar un comentario