En Sueño Profético decían:
No hay peor vivir,
que vivir sabiendo
que
tú eres culpable.
Hay cosas en la vida,
que nos la sabe nadie,
pero en sabiéndolas tú,
basta
para mortificarte.
Hay cosas que mal hiciste,
que no se favoreció nadie,
ni les ganaste dinero,
y
en el Infierno te entraste.
Esto ocurre muchas veces
por el mando que el hombre coge,
por
el poderío que le da el hombre.
Los cargos de ahí de la Tierra,
deberían sortearse
para el hombre que a Dios quisiera,
pero que este sorteo fuera
para los que menos apego tienen
a
las cosas de la Tierra.
Entonces sería el hombre
cumplidor de estas sentencias:
“A Dios lo que es de Dios,
y al César lo que es del César”.
Pero el hombre coge el cargo
y
olvida estas sentencias.
Dijo
uno:
Un amigo mío murió,
y murió lleno de pena,
que nadie supo el sufrir
hasta
que dejó materia.
Uno que sabía más que él,
de ese saber de la Tierra,
le hizo un documento
de que lo suyo, suyo ya no era.
Esto pasó a propiedad
del que le hizo firmar
al revés de la sentencia:
“pa” el César fue lo de Dios,
y
“pa” Dios fue lo del César.
Yo fui el único que supe
cuando en gravedad entró.
Luego, cuando ya fue muerto,
nadie jamás lo vio.
Pero lo veía el único
que la sentencia cambió.
Desperté, oí:
Este que cambió sentencia,
siempre
lo tenía delante.
Estaba con los amigos
en los salones de juego,
y la cara le cambiaba,
y
su vista iba al suelo.
Había hecho una injusticia,
sabiendo que Dios del Cielo
le mandaría castigo,
estando
siempre a éste viendo.
Él sabía este castigo,
porque cuando ya muriendo,
dice
que en su casa oyó:
Muerto quedaré para el hombre,
y vivo siempre con Dios,
que Dios manda que te diga
que
siempre oirás mi voz.
Estas palabras Dios manda,
que te diga,
que
siempre oirás mi voz.
Fueron las que publicaron
lo
que sabían los dos.
No es vivir hacer el mal,
aunque dispongas de mando,
que puede que el muerto ahí,
Dios,
vivo ahí te lo esté mandando.
Porque en la Gloria de Dios,
nunca se acaban los mandos.
***
Libro 8 - Dios No Quiere, Permite - Tomo I - C5
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