En Sueño Profético hablaban del Amor del Cielo, del Amor que te alimenta sirviéndote de sustento.
Sigue Teresa de Ávila:
Este Amor cría raíces,
y árbol sigue creciendo,
y ya llega a la altura,
y ramas entran en el Cielo,
que para nombrarlo en Tierra,
se dice: yo arrobos tengo.
Y ya, todos se retiran
sin poder comprenderlo,
y haciendo varios juicios,
y es pena, ninguno bueno.
¡Con lo fácil que es pensar
que Dios mande desde el Cielo
un espíritu arrobar!
¡Si esto es muerte con un Mando
diciéndole a la materia
que no toquen esa carne,
que es muerta con obediencia!
Es separación de espíritu,
que éste abre la puerta
a la Llamada de Dios
para abandonar la Tierra.
Esto tiene sí y no,
esto tiene tal quimera,
que es lucha con este Cielo,
obligando a que desmientas,
obligando a que digas
lo que diga el que no crea.
Nadie puede desmentir,
cuando abandone la Tierra
dejando el cuerpo ahí
como criado que espera
para poder puerta abrir.
Desperté, oí:
Tenía que caer lluvia
obligando a respetar
al que después del arrobo
quiere enseñarte a amar.
Este Amor tiene su sello,
de constancia, de alegría,
de palabras de consuelo.
De querer que todos quieran
al que oye desde el Cielo
los martirios que da el hombre
por no creer en su Reino.
Por no hacerse árbol chico,
y luego pedir creciendo
hasta que ramas con fuerza
hagan servicios al Cielo.
Si el hombre tuviera Amor,
no dudaba de este Cielo,
buscaba con ansiedad,
para luego ir diciendo:
morir, antes que pecar.
TERESA DE ÁVILA
***
Libro 12 - Dios Comunica y Da Nombres - Tomo II - Pag. 177-178-179
La ansiedad por amar a Dios se convierte en ansiedad por querer que todos amen. El Amor de Dios es el tesoro que mientras más se disfruta, más se quiere compartir.
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