En Sueño Profético hablaban del pecado y del pecador; del interés al Prójimo y de la indiferencia al que puedes ayudarle, aunque tú creas que no te pertenece. Decían:
El pecado, siendo pecado, hay pecados de Perdón y pecados que no alcanzan el Perdón.
Reservar tu ayuda –donde puedas ayudar– o negarla, tiene poco Perdón.
Perseguir al que Dios elige, no tiene poco Perdón, es que no será perdonado, cuando persiga a sabiendas de que persigue al Amor al Prójimo; que en este Amor testifica: “Dios me manda”.
Perseguir este Mandar es el peor de los pecados. Usar indiferencia y reservarte la ayuda, ya estás pecando.
Dijo Agustín de Mónica:
Cuando yo dejé el pecado
y Dios no me castigó
y premio mandó a mi llanto,
fue cuando comprendí
que al Prójimo hay que buscarlo
y ayudarle a quitarlo del vivir
que él cree que no es tan malo.
La ayuda pensando en Dios,
si puedes y no la haces,
cuéntate ya pecador.
Porque por falta de ayuda,
el hombre ofende a Dios.
Es más pecado de escándalo,
hacer lo que hice yo.
Pero Dios supo mi vida,
y a Él lo tuve en olvido
hasta hacer mi confesión.
Desperté, oí:
Tuve pecado de fiera,
sin freno de compasión
para que el pecar muriera.
Luego me compadecía
del que estaba pecando
y de Dios lejos vivía.
Recordaba mi vivir
hasta que llegó ese día,
porque yo a Dios pedí Perdón,
si me lo merecía.
Aunque yo sabía que no,
pero quería contár
a Dios como confesión.
¡Aunque Él ya lo sabía,
pero no con palabras que me oía!
La primera vez que mi espíritu
dejó sin movimiento a mi cuerpo,
ya no podía dar gracias
ni humedecer el pañuelo.
Ni ponerme de rodillas,
ni comprender de momento
si era muerte, si era vida.
Sentía fuerza sin cuerpo.
Sentía llanto con ira,
sin poder dar remedio
al agua que al suelo tiras.
Luego, pensaba:
¡Si es Dios
el que me sale al camino,
y mi espíritu lo saca
de la prisión que ha tenido!
Yo pecaba
por tener a Dios en olvido,
por no abrazar sus Palabras.
Pero nunca desmentí ni perseguí
al que sus Palabras dijo.
Un día oí, sin cuerpo,
que buscará al pecador
y que no diera silencio
al Perdón que me mandó.
AGUSTÍN DE MÓNICA
***
Libro 17 - Investigaciones a La Verdad - Tomo II - Pág. 105-106-107-108
A veces pecamos más por el bien que no hacemos, que por el mal.
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