En Sueño Profético decían:
Para juzgar al malo,
tienes tú que ser bueno,
y cuando tú seas bueno,
ya no te atreves a juzgarlo.
Hay malos que desean a los buenos,
pero buenos sin juzgarlos.
Que éstos son los que a Dios sirven
para quitar del pecado.
El pecado perseguido,
queda sucio y olvidado.
Igual que se siega el trigo,
debía segarse el pecado.
Y el mundo sería granero
de buen trigo ya sembrado.
Es el hombre el que le deja
el crecimiento al pecado,
sin pensar que Dios ya premia
al que vuelva al rebaño.
De los corderos que se fueron,
la hierba, la roca y el Cielo,
su balar están oyendo.
Dijo uno:
Yo oí mucho las palabras de Agustín,
y llegué yo solo a cambiar
mi forma de pensar y mi vivir.
Cuando cambié me di cuenta
de que había sido hombre malo.
Mi Perdón no lo pedí
cuando lo quería el pecado,
pero a este gran Agustín,
fue oírlo
y sentirme avergonzado.
Desperté, oí:
Iba buscando al que estaba pecando, con más ganas que se buscan las monedas.
Te ponía muchos ejemplos, con los buenos y con los malos.
No defendía a los malos, pero pedía a Dios por ellos.
No se atrevía a juzgar cuando le decían:
“Agustín, esto te voy a preguntar”.
Más veces le vieron cara de tristeza, que contestaba a las preguntas que le oían palabras.
¡Qué verdad lleva esta Fuerza, que si eres bueno de Dios, no juzgas y cundes lo bueno que Dios te hace que sientas!
Por mucho que sepa el hombre, le hace falta esta Enseñanza.
AGUSTÍN DE MÓNICA
***
Libro 26 - Dios Comunica y Da Nombres - Tomo III - C4
El amor tan grande que llevaba Agustín era el que sorteaba todas las situaciones
ResponderEliminarLa firmeza en su vida eran los cimientos de Dios
Por eso sabía que el juzgar solo le pertenece al Señor