En Sueño Profético hablaban del hombre sin Dios, aunque nombre a Dios en momentos que él cree que hace falta.
El hombre que cree Aquí y a Dios ama, no puede dar preferencia a nada antes que a estas Palabras. Tiene que querer primero al Dueño de lo que él ama, de aquello que Dios le dio que por él su vida daba. Pues si tú quieres a esto, piensa quién te lo guarda si no es Dios.
Si esto lo pensara el hombre, no lo podría callar, y el nombre de Dios oirías en toda la escala social.
“Yo quiero a Dios lo primero”: este consejo lo llevaba a sitios cerca y lejos Mónica de Agustín.
Dijo uno:
A Dios tienes que quererlo más que a tu propio hijo, porque Dios tiene que sufrir más que tú cuando su espíritu esté enfermo. Y si tú quieres a Dios antes que a tu hijo, Él dará curación a los ruegos que has pedido, que esta curación nadie le puede dar a tu hijo.
Desperté, oí:
Si quieres a Dios primero,
tienes derecho a pedir.
Un derecho con Amor,
que nunca enfadas a Dios
por aquello que estás pidiendo.
¡Qué palabras se le oían
a este Amor y luego madre!
¡Que Enseñanza repartía
cuando oía a las madres:
“Mi hijo antes que a nadie”!
No digas esas palabras
sin que mires para el Cielo.
Que puede que llegue el día
que veas a tu hijo enfermo,
sin curación para el hombre,
pero no para el Cielo.
No hay quien quiera al hijo,
si no pone a Dios primero.
Él te lo mandó a la Tierra,
y Él lo espera Aquí en el Cielo.
Si la madre quiere al hijo,
ha de preferir el Cielo.
MÓNICA DE AGUSTÍN
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Libro 26 - Dios Comunica y Da Nombres - Tomo III - C2
Primer Mandamiento, amar a Dios sobre todas las cosas
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