En Sueño Profético hablaban del sufrimiento. Decían:
Hay sufrimientos tan grandes, que al oírlos y al pensarlos, tú también ya estás sufriendo. Que estos sufrimientos son los que no son del cuerpo.
Pongamos comparación:
Los sufrimientos del cuerpo, si son dolencias de la carne, admiten el medicamento.
La enfermedad del espíritu, a veces tiene remedio, pero el hombre no busca lo que podría curarlo, que es la Enseñanza del Cielo.
Dijo uno:
Yo, cuando viví con cuerpo, tuve un gran amigo que iban muchos a buscarlo y él les daba la receta para curar el espíritu. Siempre tenía estas palabras como receta con garantía que curaban:
“Ten la Presencia de Dios en el sufrir y en la alegría. En el sufrir te notarás la mejoría cuando mires al Cielo y a Dios Le pidas. Y otras veces llegará curación antes de que veas herida”.
Desperté, oí:
Hablaban,
que a la enfermedad del espíritu
no le llegaba el medicamento.
Le llegaba la Palabra
que Dios mandaba del Cielo.
Que Palabra con acción
era su Medicamento.
Este hombre alborotó
a más de la mitad del pueblo.
Su receta era
hacer lo de Dios lo primero.
Decía:
“Alegría sin Dios:
fiesta de Infierno”.
“Alegría con Dios:
Gloria pisando suelo”.
“Si tu espíritu se enferma,
es Dios su Medicamento”.
“Y si la carne se rompe,
pon a Dios y luego al médico”.
“El bastón no es lo que anda,
es que ayuda a que ande el cuerpo”.
Este hombre curó a muchos
sin medicina y sin médico.
El espíritu se enferma
por pecado o sufrimiento.
***
Libro 30 - Investigaciones a la Verdad - Tomo IV - C2
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