En Sueño Profético decían:
¡Qué diferencia tan
grande hay del bueno de Dios al bueno del hombre!
El de Dios, quiere
que todos tengan lo que él tiene: que quieran a Dios primero, que levanten al
caído y que pidan a Dios por el que vive sufrimiento, para que no se ponga su
espíritu enfermo.
Dijo uno:
Es que, el bueno de
Dios, quiere para otro, lo que para él quiere, y sufre cuando a Dios nombran
poco. El bueno del hombre, si sabe más que tú, no quiere que lo copies, que
copiarlo en algunas cosas, tu dinero te cuesta o te juegas el cargo. Esto entre
amigos, que la mayoría son amigos falsos.
Cuando el hombre es
bueno de Dios, no se cansa de acarrear al Rebaño, donde Dios es el Pastor
Divino y espera al que ha estado apartado. Nunca te dará consejo para que al
Prójimo le hagas daño.
Desperté, oí:
Las riñas del que
Aquí viene –que no viene, que Dios lo trae–, es por querer que lo copien.
Como verán, no es
querer ser él bueno, es querer que sean buenos también los demás.
Que esto a diario
lo ve el que no falta a este Lugar.
Siempre es alegría
con riña.
Riña con ansias de
mejorar.
Ve tan sencillo ser
bueno que, a todos, lo malo quiere quitarles.
Y no se cansa de ir
pregonando que Dios es al primero que hay que amar.
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Libro 75 - Meditaciones y Palabras Directas con El Padre Eterno - Tomo VIII - C7
Así era y así sigue siendo.
ResponderEliminarQue Amor más grande no hemos conocido los que a Ella estamos unidos.