En Sueño Profético decían:
Se ocupa el hombre del niño cuando tiene pocos meses, pocos años, y el peligro no conoce. Y luego, ya que es un hombre, le enseña a que maneje armas para que mate a los hombres. Que en esto son todos iguales, los ricos y los pobres, los torpes y los listos. El disparo no conoce cuando el hombre le abre puertas.
Si el niño, aún siendo niño, comprendiera para qué lo cuida el hombre, ya fuera el que más lo quisiera, o sin quererlo, porque la ley así lo mande, ésta sería la respuesta: “No me cuides, y déjame que me vaya donde tengo las puertas abiertas. Que puede que con tu cuido luego las tenga cerradas”.
Esto protestarían los niños, y al hombre lo avergonzaban.
Dijo uno que sigue el Mando de Dios:
Debería el hombre practicar las Palabras que su nombre es Evangelio. Y seguro que haría un nuevo cementerio con lápidas y panteones y los nombres de los armamentos. Esto quitaría las fronteras donde los vivos caen muertos.
Desperté, oí:
Nombraban el cementerio, que daría más Vida cuantos más entierros se vieran.
Si los niños protestaran el cuido de los mayores con estas cortas palabras, que en la Gloria las dicen y mandan dictarlas, el hombre lloraría y se avergonzaría:
“No me cuides. No me quites la inocencia. Déjame que sea niño, que tengo la Gloria abierta porque Dios lo tiene dicho”.
Deberían juntarse los hombres de grandes o chicas naciones y hacer un cementerio donde quedara enterrado aquello que mata al hombre.
Esto lo dicen los niños, que no son niños, que son ángeles.
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Libro 30 - Investigaciones a la Verdad - Tomo IV - C3
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