En Sueño Profético decían:
Enseña más el Amor de Dios, el que lo tenga, que los grandes libros hechos por el hombre.
Dijo uno:
El Amor de Dios te da nombre. Yo conocí a una mujer, que tan bien hizo el papel de madre cuando criaba a un niño huérfano, que lo unió a dos varones que ella tenía, y ya decía: “mis tres hijos”.
Este matrimonio practicaba la Enseñanza del Evangelio, sin adornos, pero justa. A este niño lo tenían unos parientes ganando un jornal de pedigüeño. Él entregaba monedas y a cambio recibía palos si no era crecida la cifra. Cantaba un estribillo que éstos mismos le enseñaron:
“No tengo padre ni madre.
Déme algo señorito.
Si una moneda me da,
Dios se lo pague le digo”.
Este canturreo te hacía mirar al Cielo para pedir a Dios por él. Un buen día le dijo este matrimonio:
–¿Quieres venirte con nosotros como si fuéramos tus padres?, y nuestros hijos te acogerán como a un hermano más pequeño, ya que el chico es mayor que tú. ¿Cuántos años cuentas?
–Siete.
Se oyeron unas cuantas alegrías de los que a diario le daban la moneda, y el niño se abrazó a sus piernas. Contaba esta mujer, que temblaba el cuerpo del niño al decir estas palabras que todos oían:
–¡Dios se lo pague! ¡Ya no me voy! ¡Ya tengo madre!
Pues el niño, a todos tenía de su parte. Y fueron a esta familia no cristiana y le expusieron el arrebatarle los derechos de tener al niño, a los que les ganaron el pleito sin haber juez, ni testigos de parte de éstos que no vivían Amor de Dios.
Desperté, oí:
Esta mujer y marido
había días que lloraban
cuando veían al niño,
siempre descalzo,
y el dinero que ganaba
con su inocencia pidiendo.
Cuando ya vivía con ellos,
parecía otro chiquillo.
Ropas nuevas le pusieron,
y sus pies ya iban calzados,
y el canturreo fue silencio.
Esta mujer cogió nombre:
“la madre del pedigüeño”.
La nombraban en muchas casas
y la ponían de ejemplo.
El niño se hizo hombre,
y a sabiendas de que no era madre,
no había dolor mayor,
que oír el referir:
“No hay madre que se iguale
con la que te ha criado a ti”.
Él presentaba tristeza,
y pedía por favor
que, “sus padres”, le dijeran.
El nombre lo da el Amor,
el Amor que a Dios Le tengas.
***
Libro 14 - Dios Manda en Su Gloria que Enseñen - Tomo II - C2
Historias habrá en el mundo pero como las que cuenta Dios no las puede uno encontrar dichas con tanta Gracia y con tanto Amor.
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