En Sueño Profético decían:
Igual puede amar el intelectual que el que se gana la vida en los trabajos del campo. Los dos pueden ser vivienda del Amor Divino. Los dos pueden hacer un gran servicio a Dios. Pero el letrado, con sus firmas va avalando, va avalando y más rápido cundiendo lo que cunda el labrador.
Dijo uno:
Más veces resuena la Voz de Dios en el surco y en el sembrado, que en las grandes academias que enseñan y Dios se queda olvidado.
Esto, mucho refería y hablaba mi padre, que su vivir era de las letras. Tenía gran amistad con un buen hombre del campo que siempre estaba hablando de Dios. Este hombre le ponía a mi padre tales razones, que mi padre decía sí, sin enfadarse. Decía que siempre le estaba dando gracias a Dios por cavar la tierra; que sus manos trabajaban, y que su cabeza estaba siempre adorando a Dios, con su pensar; que qué pena que a hombres tan buenos como mi padre, les ocupara su inteligencia las leyes de la Tierra y no la adoración; que cuánto sufriría el que quisiera sentir a Dios y tuviera que oír ofensas de palabras y acción, a Dios; que él sí envidiaba poder saber lo que él sabía, para escribir el sentir de Dios y poder llevar, al que dudaba de Dios, su Existencia.
Todo esto fue mi padre recogiendo, y cundió entre los letrados, que allá, lejos del pueblo, había conocido a uno que siempre estaba en el campo; sus brazos, entre la tierra; su mente, a Dios adorando. Lo quitaban de adorar las bandadas de los pájaros, que volando, algo decían a su paso, porque llevaban encargo de coronar inteligencia con sus trinos chirriando.
Desperté, oí:
Puede vivir el Amor
de este único Cielo
en el gran literato
y en el campesino del pueblo.
Pero es difícil que el Amor
dure siempre en los talentos.
Porque admiten lo del hombre,
olvidándose del Cielo.
El que vive entre la tierra,
dos partes forman su cuerpo.
Una es inteligencia,
surco, cava, mira al Cielo.
Y mientras está cavando,
que mirada mira al suelo,
está con la inteligencia
llena de Amor y secretos.
Deseando buscar
para contar este sintiendo.
A estos dos hombres de Dios,
hoy, Dios los manda en su Reino.
El campesino contaba
y el letrado iba escribiendo.
El campesino, más veces,
entendía lo del Cielo,
porque su contacto era
como el que no pisa suelo.
***
Libro 14 - Dios Manda en Su Gloria que Enseñen - Tomo II - C2
Bellísimo Mensaje¡
ResponderEliminarGracias a Dios que pueden nuestros ojos y entendimiento disfrutar de estos Escritos dictados por Dios en la Gloria