Los niños, espíritus limpios de pecado

En Sueño Profético decían palabras que pertenecen a la presencia del Elegido cuando la Comunión, Cuerpo de Cristo –Palabras que su Representante dice–, se hace Venero en la boca del Elegido y éste tiene que poner debajo un pañuelo nuevo para que recoja el agua y ésta no caiga al suelo. Esto lo ven todos los que, cuando ocurre, al lado del Elegido están.

Decían en la Gloria, que este milagro había sido un regalo merecido para la niña enferma, que todavía es ángel y que ayer visitaste. Es merecido por los ruegos de los defensores que en esta Vida todavía tiene por ser ángel. Vida donde Dios entra a los niños, por ser espíritus que están limpios de pecado.

Dios decía a sus Discípulos: “Haceos niños y enseñad a que no pierdan la Gloria”.

Se vieron muchos niños. El mayor tendría unos ocho años. Casi todos tenían alas en la espalda. Éstas se les veían cuando corrían jugando.

Ya sigue diciendo un espíritu con Mando de Dios estas Palabras:

Estos niños, por culpa del hombre que no ama a Dios, dejan de ser niños, y antes de llegar a hombres les enseñan caminos que no son de Gloria. Son caminos de espíritus que cuando tuvieron cuerpo tuvieron cultura y estudios de la Universidad del Infierno.

Aquí están todos los que ahí dejaron su cuerpo. Esto lo creen pocos de los que ahí dan enseñanza. No creen, porque no piensan que el cuerpo tiene muerte, y el espíritu, vida eterna. Que esta eternidad tiene dos sitios: uno, con Dios. Y otro, con Satanás.

Dios, cuando hizo el mundo para vivir los cuerpos, quiso que el bueno fuera bueno por el querer ser bueno. Y al malo, en la Tierra le dejó Permitir para que cuando enterraran su cuerpo tuviera abiertas las puertas del Infierno.

Desperté, oí:

Esta Enseñanza hace falta como el aire y el agua.

El ver a los niños, de ángeles, recibiendo el Cuerpo de Dios en su boca, te hace pensar que el hombre, con su adelanto, al niño, de Dios lo está retirando.

Aquí, el Poder del Elegido, cuando trata a los niños, hace que veas como cambian.

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Libro 55 - Investigaciones a la Verdad - Tomo IX - C4