En Sueño Profético vi un chaparro, y uno dijo:
Este chaparro dio la conversión a
un hombre. En aquella casilla vivía una mujer de grandes cualidades, de las que
a Dios agradan. Hacía sus oraciones con sus hijos, pero tenía que tener buen
cuidado con el marido, ya que él, como mejor palabra, le llamaba pantomimas al
hablar y creer en Dios. Una mañana, cuando se fue con el ganado, puso a todos
los hijos a rezar por el padre, para que Dios le hiciera sentir su Ausencia.
Estos cuatro niños, su madre se encargaba de que pudieran pasar sin comida,
pero de que no pudieran pasar sin la oración. Todos los campesinos que por allí
se juntaban los tenían en cuenta. Bastaba que vieran una cruz, para ellos
cambiar la marcha y reverenciarla. Trece, el mayor; seis, el pequeño. Un día,
al terminar los rezos, dijo el tercero con sus nueve cumplidos: “Madre, mañana no
podré obedecerte cuando mandes que recemos. He tenido miedo cuando alguien me
hablaba y no me dejaba que te lo comunicara. Me han dicho que haga el rezo
donde está el chaparro, donde lloré tanto cuando me mató el corderillo el lobo
un año atrás. Viendo la madre la insistencia del niño, al día siguiente lo dejó
y mandó a su hermano mayor a que lo siguiera. Fue ponerse de rodillas, y
desaparecer el chaparro. Su hermano no veía el chaparro, pero tampoco veía lo
que él veía. Esta Aparición era de la Madre de Dios y Virgen, la que con dulces
Palabras le decía: “Yo ruego por tu
padre para que él ruegue por los pecadores. Mañana él vendrá aquí a hacer
oración”.
Desperté, oí:
Las Palabras de la Virgen,
bien el padre que cumplió.
La madre no puso duda
cuando contaban los dos:
veían que se iba el chaparro
cuando la Virgen apareció.
Ya el mayor afirmaba:
“La Virgen no la vi yo,
yo vi que se fue el chaparro
y luego el chaparro volvió”.
Cuando el padre fue a su casa
y del hecho se enteró,
no fue él solo al chaparro,
que fue con un batallón.
Inclinaron las rodillas
donde el hecho ocurrió,
y el primer ¡Dios mío perdona!,
en boca del padre salió.
Cada día iba más gente
al sitio a hacer oración.
Fue donde los llantos del chiquillo
cuando el cordero murió.
Allí fue, en aquel sitio,
donde se hacía oración.
La madre le había enseñado
a que haciendo oración,
al padre podría acercarlo.
El hijo, al padre acercó;
y el padre, a un batallón.
***
Libro 14 - Dios Manda en Su Gloria que Enseñen - Tomo II - C7
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