En Sueño Profético decían:
El día que quieran ver que esta Verdad es verdad, al que no
la quiso ver, trabajo le va a costar saber por el mismo que Dios este Mando da.
Habla un Discípulo de Jesús, Dios y Maestro para sus
Discípulos:
Nosotros tuvimos que cambiar nuestros pasos por las calles. Nos
paraban y tenían dudas de que Dios fuera el que estaba en la Tierra y nos daba
el Mando. Pues hubo calles que las cambiamos por otras, aunque fuera un poco
más larga la distancia adonde íbamos, ¡que no íbamos!, ¡que nos mandaba nuestro
Maestro! Y nosotros siempre hacíamos el Mando contentos, aunque no lo comprendiéramos.
Nos molestaba el que quería poner sus razones para que nosotros viéramos que el
Mando no estaba bien dado.
Un día, al entrar por primera vez a aquella calle, salía un
hombre a su trabajo de una casa que tenía mala fama por querer cambiar todo lo
que el Maestro a sus Discípulos mandaba. Fue vernos y decir estas palabras:
–¿Viene también el
Maestro, u os habéis confundido de calle? Porque esta calle tiene nombre y yo
quisiera quitarlo, pero que todos me vieran. A esta calle, por la que tanto vais,
le han puesto nombre: “La calle de los malos”. Yo no duermo de noche y en mi
casa le hecho la culpa al trabajo, pero el trabajo no es. Yo es que antes oía
hablar al Maestro y a los que vivían en la calle que muchos pasabais. Y no me
convencía ver pisar a Dios Hombre esta calle y los que en ella vivían no mirar
al Cielo y no dar a Dios Padre las Gracias. Era todo lo contrario, no seguían
su Enseñanza. Yo cuando hablaba con alguno, veía que no Lo amaba.
Desperté, oí:
La calle en la que no obedecían las Palabras del Maestro fue a
la que él le puso nombre: “Calle por la que no pasaba el Maestro”, “Calle de
los malos”.
Este hombre juntaba en su casa a algunos vecinos para ponerse
de acuerdo e ir en busca del Maestro y decirle qué tenían que hacer para que
por su calle pasara.
Éstos esperaban el día de rodillas y con las manos cruzadas,
pidiendo ser perdonados si habían hecho grandes pecados.
El Maestro los mandó para darles la alegría, y ya de calle cambiaron
y estas palabras se oían:
“Santiago”, “Felipe” o “Juan”. Según el nombre que iba, le
oían estas preguntas:
¿Qué tenemos que hacer para que el Maestro no sufra?
Éstos amaban y discutían porque por allí pasaban y después no
Lo creían
Los incrédulos ofendían a los que estaban pidiendo: ¡Qué
alegría si nosotros viéramos un día pasar por nuestra calle al Maestro!
“La calle de los malos” le pusieron por defender al Maestro.
***
Libro 28 - Hechos de Jesús Perdidos, Hoy Dictados en Gloria - Tomo V - C6
Es para temblar que Dios no quiera pasar por tu calle. Temblar de pena por Dios, que para llegar a eso, es que Amor no encontró.
ResponderEliminarY sin Amor no hay Gloria ni tampoco salvación.