En Sueño Profético decían:
No hay peor mal que a Dios le
hagas, que sepas que hay Dios, hables de Dios, y a Dios ofendas; que uses el
Dios para parecer bueno.
No olvidaré, ni quiero, el
hecho que yo presencié estando en una huerta, sentado al rescoldo de una
lumbre, en la que de noche me iba a matar el tiempo después de mi faena, y que
lo mismo que yo iban varios. Se presentó un matrimonio con un chiquillo y, como
no, una bestia que cargaba unas ropas y una manta. Impresión: pobreza. El
capataz, con el que allí nos reuníamos, siempre estaba con la Palabra “Dios” en
la boca, y del que todos creíamos que era un buen cristiano. Llegó el momento
de saber si así era, y quedó por fariseo. Primeras palabras de los caminantes:
–¡Dios esté aquí con vosotros! Y si así es,
esta noche aquí acamparemos, porque Él viene con nosotros, ya que pobres somos.
¿Podríamos quedar aquí, aunque fuera con el cuadrero, hasta clarear el día?
¡Más bien por el muchacho, ya que viene algo enfermo! No tienen que darnos
jergón, traemos manta, y mañana salimos temprano; me espera el dueño de la
finca “El Cañaveral”, que ya me tiene colocado. Pero son tantas leguas de
camino, que necesitamos unas horas de descanso.
Se puso el capataz de pie y
estas palabras dijo:
–¿Quién te ha dado permiso para que entres
hasta aquí? ¡Este romance ya lo tengo bien oído! Coge la bestia, que asco da
con esos ropajos, y cuenta a otro la historia.
Se puso uno de pie –éste era
uno que criaba unos cochinos en unos terrenos que pagaba al dueño; montanero,
que de lo que caía del árbol por sí solo y por las pedradas que sus chiquillos
le daban, mantenía a los cerdos y de esto vivían, lo cual el dueño sabía y no
se daba por enterado (éste sí era cristiano); éste, más bien creían que era el
dueño– y dijo:
–Vente a mi casa, y donde mis tres hijos
duermen, echa al tuyo, y nosotros ya nos apañaremos.
Y mirando y señalando a todos
dijo:
–Si me queréis ver, id a mi casa, porque mis
pies no pisarán más esta casa por no estar Dios, aunque su nombre lo dicen,
pero es profanado.
Desperté, oí:
Éste nombraba a Dios para
parecer bueno.
Dios mandó al caminante para
que todos vieran su falsedad nombrando la Palabra “Dios”.
Pocos días tardaron en ver al
capataz solo, enfermo y que el dueño lo despidiera.
No pudo andar las leguas, ni
subió en una bestia.
El mal que le atormentaba, su
cintura le doblaba.
Tuvieron que preparar un
carro y recostarlo en un costal.
Los gritos que al dolor daba,
a los campos se asomaban.
Cuando veían quien era, se
oía: ¡Más le doliera!
A todo el que a su casa
llegaba a pedir una limosna, los perros les azuzaba.
Nombra a Dios, pero primero
ama de verdad a este Cielo.
Que Dios te ofrece su Gloria,
si tienes misericordia.
***
Libro 6 - Dios Manda en Su Gloria que Enseñen - Tomo I - C4
Es tan claro y tan edificante todo lo que Dios nos enseña en este Mensaje..
ResponderEliminarLa familia en pobreza, la caridad del montanero, el testigo que cuenta los hechos,la derrota del que decía ser muy bueno..
Los escritos de los hombres no tienen el sabor de Cielo que tienen Estos!!