En
Sueño Profético decían:
Cuesta
trabajo el querer. Pero cuesta más trabajo el creer.
Se vio
una Luz grande que bajaba del Cielo. Era color dorada, con fuertes rayos. Por
arriba era ancha con los rayos unidos, y éstos hacia abajo se separaban.
Ya
dijo un espíritu con Mando del Cielo:
¿Quién
puede creer que esta Luz va al que Dios manda con estas Palabras?
Esta
Luz siempre la lleva su espíritu, que es el que abre caminos y le da fuerza
para decir palabras con tal firmeza que ve el milagro y siente alegría que no
es de la Tierra.
La
alegría del Cielo, el que la siente, ya todo lo ve fácil y aconseja con fuerza.
Porque la Luz Divina te hace que veas con ojos cerrados lo que no ven otros si
esta Luz no les llega.
Esta
Luz, al que no la vea, le entrará la duda cuando el Elegido diga: “Yo veo la
Luz, y la visión de los “Humos Divinos” no me falta”. Pero si cree en Dios,
retira la duda y ya ve que Dios actúa de muchas maneras.
Desperté,
oí:
El ver
bajar la Luz del Cielo no se puede comparar con nada por el hombre hecho.
Empieza
el Mensaje con estas Palabras: “Cuesta trabajo el querer, pero cuesta más
trabajo el creer”.
Pues
esto pasa con la Luz que el Elegido en el arrobo ve, y sin arrobo la ha visto
también alguna vez.
***
Libro 48 - Investigaciones a la Verdad - Tomo VIII - C6
La luz de Dios pocos pueden verla porque no quieren creer y menos querer.
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