En Sueño Profético hablaban de querer a Dios, de pedirle y de aceptar su contestación. Pues aceptando lo que te llegue, será lo mejor, aunque tú, mejor, no lo veas.
Dijo uno que siguió a los Discípulos de Dios Hombre:
“Yo aprendí tanto de los Discípulos, que ya no podía tener amistad con el que vivía sin nombrarlos”.
“Ellos decían, que para seguir los Pasos y Palabras de Dios Hijo –Maestro para ellos–, tenías que Amarlo tanto, que tenías que aceptar contento el que te negara el pedir que tú esperabas, diciendo: “El Maestro me lo ha dado”.
Se vio el campo y una casa más bien vieja, y cabras y corderas como protestando con voz de animal, pero buscando al que las guardaba. Llegó una mujer con dos niños de la mano: uno de ocho años y otro no llegaba a los diez. Éste iba cogido al brazo de la madre. Y al chico, la madre lo llevaba de la mano. Se acercaron a uno de los Discípulos y dijo la madre:
—Yo quisiera ver al Maestro para preguntarle si hago mal con no dejar que mis hijos vean a su padre, que de esto no soy yo la culpable, son mis padres, que nos mantienen y niegan a mis hijos que busquen a su padre.
Se oyó un tropel de gente hablando con alegría y se vio entre ellos al Maestro. Al llegar donde estábamos, se pararon, y uno de los Discípulos, con Mando del Maestro, hizo camino entre la gente, cogió a los dos niños y con voz alta dijo:
—El Maestro os ha venido a buscar. Venid conmigo y ya Él os dará Mando.
Puso la madre a los niños delante de ella y dijo con estas palabras:
—Yo, Maestro, Te los doy. Y si he hecho mal, perdóname. Mis padres te ofendían por la vida que mi marido me hacía y hoy me sigue haciendo. Como ellos nos mantienen, mis hijos no pueden ver a su padre ni yo seguir tus Pasos. Pues hay noches que me faltan horas y me sobra llanto.
Sólo se oyó la Voz del Maestro, pero sin Verlo, con estas Palabras:
—Mujer, con entregarme a tus hijos y ofender a tus padres por defenderme, ya se ve que crees en Mí y aceptas el sufrimiento. Por este aceptar, ya mi Padre en Mí te manda Premio. Mañana cambiará tu vida con tus hijos y con la carne que a ti está unida y que has tenido rota por culpa de tus padres. De ellos retírate, porque este Mando da mi Padre.
Desperté, oí:
Este arrobo no tiene palabras para el que a Dios no ama.
Dios premia a la madre que entrega sus hijos a Dios por Amor.
Amando a Dios, lo que te llegue es lo mejor, aunque tú no lo veas.
Las corderas balaban buscando y llamando al pastor que las guardaba.
Se vio muy poco al Maestro, pero su Voz se oyó porque puso silencio.
***
Libro 54 - Hechos de Jesús Perdidos, Hoy Dictados en Gloria - Tomo VII - C3
Que esta Enseñanza sirva para remediar tanto mal que hay en estos tiempos de tanta oscuridad.
ResponderEliminarLa importancia tan grande que tiene la carne unida por Dios!