En Sueño Profético decían:
Para enseñar a amar
a Dios tienes tú, primero, que Amarlo.
Para decir “eso no
está bien hecho”, no tienes tú que hacerlo.
Pensemos en enseñar
a amar a Dios sin Amarlo: Pronto convencerá el que está aprendiendo al que está
enseñando y le reformará aquello que a él no le agrada.
Pues esto es lo que
están haciendo con la Doctrina de la Iglesia, no respetarla y reformarla cada
uno a su manera. Por eso los ves andando y la mayoría son cuerpos que van
vacíos y el aire los bambolea. Ellos le llaman “los tiempos”, una disculpa bien
fea.
Toda clase de
enseñanza, si quieres obligar a que la cumplan y aprendan, haz que no te diga
nadie: “Y tú ¿por qué vas en contra de lo que enseñas?”
Dijo uno:
La Enseñanza es
delicada, si es Enseñanza para no perder la Gloria. Es delicada porque no
puedes enseñarla y llevar a Dios la contra, queriendo hacer ver que Dios se
equivocó o se equivoca.
Desperté, oí:
Es delicado y peligroso
no querer a Dios
y enseñar a que Lo
quieran.
Porque será todo mustio,
sin categoría ni
fuerza.
¿Cómo poner agua a hervir
donde lumbre no
hubiera?
Primero, enciende la lumbre
y, luego, el agua
calienta.
Pues para enseñar de Dios,
a que Lo busquen y Lo quieran,
tienes tú que hacerte lumbre
y siempre rescoldo
vean.
Y la leña que no falte,
para que con el rescoldo
la llama se haga
grande.
Y ya los tiempos te importan
como al águila la
alondra.
Como la Luna y el Sol
cuando mar tienen
por suelo.
El que siente lo de Dios,
sufre por el que no siente esto,
que si no hay acción,
explicación no le
llega.
***
Libro 75 - Meditaciones y Palabras Directas con El Padre Eterno - Tomo VIII - C5
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