En Sueño Profético hablaban del que Dios elige para que enseñe.
Decían:
No es lo mismo aprender para ti,
que aprender para enseñar. Hay quien sabe para él, pero no para que otro
aprenda de él.
El que Dios coge para enseñar,
tiene que saber, sin ver ni oír dónde y cómo dar la Enseñanza. Aquí es sentir,
y el sentir ya manda. Por eso verán, a veces, seguir o parada; querer decir
todo o no decir nada. Es el sentir el que dice o manda. Que este sentir, para
comprenderlo, hace falta Enseñanza.
Esto es lo que no entiende el que
a Dios no ama; no ama ni quiere saber esta Enseñanza. Si al menos quisiera
saber, aunque no amara, podría cundir esto que Dios manda.
Las cosas de Dios son sencillas y
trabajosas.
Dijo uno:
No es lo mismo que te digan:
“vente a mi casa a comer, que tienes sitio en la mesa”, que te digan: “vente a
mi casa a comer, por si sobra sitio en la mesa”. Esto, el sentir a Dios te da
la respuesta.
Desperté, oí:
Ya sabe el Elegido,
sin palabras,
dónde va esta respuesta.
Que en su momento
la pone contenta.
Pero este momento,
ya de Enseñanza queda.
¡Qué fácil comprende,
el que quiere comprender,
que no es lo mismo aprender
para tú saber,
que aprender para enseñar!
Esto, más hace falta
en la Enseñanza del espíritu.
Una clase mal dada para el espíritu
puede llevarte a pecado.
Una clase al espíritu,
hablando de arrobo,
apariciones o cosas sobrenaturales,
sin estar enseñado,
puede provocar risa,
y ya están pecando.
Dios, cuando elige para enseñar,
ya queda el Elegido
sin que nadie pueda revocar
lo que en la Gloria le han dicho.
***
Libro 21 - Te Habla El Profeta - Tomo III - C3
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