En Sueño Profético se vio un camino. No era calle ni
carretera, era un camino que habían hecho los pies de los caminantes yendo de
un pueblo a otro para ver al Maestro. Unos, ya Lo conocían. Y otros, iban a
Conocerlo. Pero el camino parecía que lo habían hecho las manos, de lo bien que
estaba hecho.
Aparecieron dos hombres y dos mujeres con ellos. Las palabras
que iban hablando no se entendían si de segundo en segundo no se nombraba al
Maestro.
Ya se oye a uno hablar de lo que se estaba viendo:
Estas dos mujeres pasaron este camino muchas veces solas, sin
poder a los maridos traer al sitio que ellas iban para oír al Maestro. Hay
trozos del camino que sus lágrimas cogieron. Los cuatro trabajaban juntos en la
finca del mismo dueño. Que éste no quería oír nada que fuera del Maestro. Tenía un hijo enfermo y otro se fue cuando
tenía 15 años con el hijo del casero, y ya no volvió a la casa porque el padre
tenía un hacha preparada, y la madre sabía que a Dios no quería, por el
destrozo que había en la casa.
El hijo enfermo tenía 4 años, y no sabías si conocía, si
estaba vivo o estaba muerto. Era un mueble de carne.
Pues estas mujeres, un día, se atrevieron a decirles a los
maridos: “Le vamos a decir a Ginés –que éste era el nombre del dueño– que deje
que le llevemos el niño al Maestro, para ver si el niño pudiera transformar esa
casa que el Demonio es el que manda. Los maridos se miraron y estas fueron sus
palabras:
–Nosotros no lo
sabemos, ¡pero manos al trabajo!, en el molino está ahora.
Llevaban Fuerza Divina cuando con él se encontraron. Y una dijo:
–Ginés, le voy a
pedir un favor, que ya he dicho que me lo concede: que me lleve al niño mañana
para que el Maestro lo vea, y aunque no se cure, yo sé que trae Premio.
Cual fue mi alegría cuando dijo:
–Que lo lleve su
madre y que Le pida que me perdone.
Las dos miraron al Cielo y allí vieron al Maestro.
Desperté, oí:
No hay palabras para decir, cuando el Maestro las vio con la
madre y con el niño, las miradas que les dio. Y acercándose al niño, le dijo:
Ya corre por el campo,
que aunque pises la siembra,
tus pies, abono Mío
llevan.
Cuando llegues a tu casa di:
“El Maestro me ha curado”.
Porque tú, mi curación querías,
cuando me has dejado.
Los maridos y las mujeres
el camino lo agrandaron.
Primero fue una vereda,
y luego un camino ancho.
Esto hace el no callar
cuando tú estás amando.
***
Libro 28 - Hechos de Jesús Perdidos, Hoy Dictados en Gloria - Tomo V - C7
Solo Dios sabe el fondo del corazón humano.
ResponderEliminarCuando he visto que se nombraba al padre del chiquillo por su nombre, ya sabía que era porque había de cambiar para bueno.
La Mirada de Dios daba tanto Amor que no había palabras para explicarla.