domingo, 7 de marzo de 2021

El Prójimo es la Luz

En Sueño Profético decían:

¿Quién diría, amo a Dios,

sin amar al que Dios ama?

¿Quién diría, quiero a Dios,

sin ir donde Él nos manda?

¿Quién puede decir cristiano,

si no cumple esta palabras:

“Caridad, dándote al Prójimo,

y alentando, tus palabras”?

¿Quién puede decir, ¡Dios mío!,

cuando este Dios le haga falta,

en el dolor y en la pena,

cuando la alegría falta,

cuando falta la alegría

del mundo ese que se acaba;

cuando llegan los fracasos

que el hombre ya no esperaba,

porque nunca se ocupó

de aquel que Dios lo mandaba?

El que cumple lo de Dios,

todo lo que Dios le manda,

siempre reparte alegría,

de esta que nunca se acaba.

No debía de decir, amo,

aquel que el Amor no diera.

El Amor de Dios florece

cuando tú lo vas sembrando,

en el rico y en el pobre,

en el bueno y en el malo.

En el rico, lo recuerdas,

por si se hubiera olvidado

del que rico no lo era

y a él lo estaba esperando.

El malo, con tu Poder,

que Dios Poder te va dando,

puede que abandone el mal,

y el pecado le dé llanto.

Todo esto es de Dios:

el hacer al bueno, Santo;

el quitar al pecador

de que no haga pecado.

El Prójimo tiene otro nombre:

“Dios que al hombre está esperando”.

Desperté, oí:

¿Cómo puede callar Dios,

que espera en el afligido?

¿Cómo puede callar Dios,

haciendo tú su cumplido?

El Prójimo es la Luz,

que Dios puso en el camino

del que a oscuras caminó.

Hay quien dice, soy cristiano,

y camina oscuridad.

Hay quien dice, soy cristiano,

y sin de Prójimo hablar.

El Prójimo es la Luz,

que nunca verá “apagá”,

el que crea que allí Dios

espera tu oscuridad.

Los resplandores te vienen

cuando al Prójimo tú vas.

No puede decir, cristiano,

el que al Prójimo no va,

porque Dios donde Lo encuentras,

es cuando al Prójimo vas.

Todo el que viva en el Prójimo,

vive Dios, vive Verdad.

Estas Palabras ya borran

a las que vienen detrás.

***

Libro 2 - Meditaciones y Palabras Directas con El Padre Eterno - Tomo II - C5 

1 comentario:

  1. Fue a San Juan de Dios, si no me equivoco, que un día, lavando los pies a un enfermo, al levantar los ojos vió que era Nuestro Señor.
    Todo lo bueno y lo malo que hacemos a nuestros semejantes, a Dios se lo hacemos.

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