En Sueño Profético hablaban de muchos que Dios habló en ellos, y también
hablaban de los que Le pusieron la prohibición a la Palabra dicha por Dios y
oída en el hombre. Éstos decían lo que Dios les mandaba que pronunciaran sus
lenguas, y siempre actuaban con el Mando de Dios. A estos Profetas les vieron
cosas raras: unas, con cobardía; y otras, con grande decisión; éste era el
comentario que en boca del hombre se oía; pero el Profeta seguía el Mando y la
Obediencia a la Voz de Dios, y a la Visión. ¿Cómo poder meter esto al que no
creía en la Existencia de Dios? ¿Y cómo se iba a callar y contentar, ante este
Profeta, el fariseo? Ya inventaría calumnias; ya iría en busca de los hombres
de la Tierra que ocupaban grandes cargos; ya harían su dictadura, amenazando al
Instrumento de Dios, escribas y hombres de leyes, corregidores y gobernadores,
reyes con grandes palacios y empresarios con batallones de hombres. Éstos eran
los que perseguían a los que Dios manda que hablen.
Dijo
Catalina de Siena:
Esto
es perro ladrando a la Luna.
¿Quién puede a Dios revocarle,
cuando Él le diga a uno:
“Ésta es mi Gloria.
Éste es mi Padre.
Yo paro las tempestades
y soy Dueño de los mares,
que tan sólo de mirarlos,
el agua puede acabarse”?
Yo, Catalina de Siena,
no pude su Mando parar,
ni tener en silencio sus Palabras,
para
donde iban “mandás”.
Yo me enfrenté con el bueno,
que bueno decían que era;
le contesté al fariseo,
a tantas palabras necias
que quería desmentir
sin pensar que yo no era
la mujer que él veía,
que él veía
a
Catalina de Siena.
Desperté, oí:
El que no amaba, oía
sin
sentir Amor de Dios.
Sin saber que todo callas,
menos
Palabras de Dios.
Palabras, no que tú lees,
Palabras que sólo Dios
las
dice en el que coge.
Y éstos ya darán el son,
donde
Dios quiere que suenen.
Unas veces verán cosas tibias,
y
otras, reacciones fuertes.
Todo, menos el silencio,
aunque
vayan a la muerte.
Porque mataron el traje
creyendo
que daban muerte.
Aquí se descubre claro
que no creen que Dios vive,
y
que pueden ser juzgados.
El que persiga al que diga:
“Dios me trae Aquí a su Gloria”,
no le va que luego diga:
“Señor,
ten Misericordia”.
Porque en la llamada a Dios,
tienen momentos que llaman
cuando
ya no oye Dios.
***
Libro 8 - Dios No Quiere, Permite - Tomo I - C2
Que tristeza más grande y angustia sin comparación ,saber que Dios te aparta por no querer saber de Dios.
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