En Sueño Profético decían:
El hombre hace las cosas sabiendo que no son del agrado de Dios, esto el que cree. Luego, cuando le llega la hora de la muerte, quiere que Dios le oiga para librarle del Infierno. ¿Cómo puede pensar el hombre que Dios cree que el hombre Lo quiere?
El hombre llama a Dios como al entierro, que no tienes más remedio que
hacerlo y mandas que se haga entierro. Pero Dios no es entierro, Dios es Vida
Eterna que manda en espíritu y en cuerpo, y a ti te deja que cuides tu cuerpo y
tu espíritu. Y si tú amas a Dios cuidas tu espíritu primero.
Dijo uno:
Voy a poner varios ejemplos por si al hacerlo sirviera de medicamento.
Pongamos éste primero: Si en la Tierra vemos a uno que tiene una pierna mala y
que va a paso cojo y lento, y ya se queda parado, cayendo su cuerpo al suelo,
si a éste le llega un cirujano asegurándole la cura sin que le pague precio y,
mientras sana o no sana, el cirujano le pasa su sustento y el enfermo se lo
desprecia ¿qué reacción tomaría el médico después de que él le asegurara el
andar y le llevara su sustento?
Este es otro ejemplo: Si uno de gran capital quisiera dar su herencia
sin que le dieran nada a cambio, y no porque éste muriera sino porque quería
que otros vivieran sus riquezas antes de que las tuviera que dejar por la
fuerza, si esto lo despreciaran ¿crees tú que el rico oirá algún día al que le
despreció la herencia?
Pues este es el responder en las cosas de la Tierra.
Desperté, oí:
Si un médico te prohíbe lo que él cree, por sus estudios, que tú no
debes hacer y tú sigues la línea contraria, y cuando te encuentres mal lo
llamas o vas a verlo, ¿crees que te atendería siendo, antes que médico, hombre
justo en sus palabras y en sus hechos si tu estabas nombrándolo y lo estabas
ofendiendo?
Y cuando te vieran peor le tirabas por los suelos su carrera de estudios.
Pues figúrate este Dios, que siempre Lo estés ofendiendo y cuando te
llegue la muerte quieras que Él te dé el remedio.
Haz las Leyes del espíritu y luego haz las del cuerpo.
Que aunque el cuerpo es de Dios no entra en su Reino.
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Libro 69 - Dios No Quiere, Permite - Tomo VIII
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