En Sueño Profético hablaban
de la fuerza que tiene el Amor de Dios. Decían, que este Amor, si no tenía
raíces, verías caer las ramas y quedaría en el árbol muerto, que no sirve para
nada: ni daba fruto, ni sombra.
Este
Amor, cuando tú quieres hacer engaño, él se escapa y te destapa y te deja al
descubierto esta mentira que tú tapabas.
Si
tú dices que a Dios quieres, no desprecias sus Palabras, porque entonces no es
sólo que no Lo quieres, es que no crees que exista en un Mundo Eterno, que es
su Reino, y Él Dueño de los dos Mundos.
En
ése, te deja que no Lo quieras y que sigas engañando con tu apariencia. Que
este engaño se aprende y se enseña si te pones a pensar en la mentira que
vives.
Cuando
tu cuerpo se enferme, la cara te taparás antes de decir: “Señor, yo me quisiera
curar. Primero cura mi espíritu de esta falsa enfermedad”. Cuando llegan estos
momentos, sientes a espíritus del mal.
Desperté, oí:
Qué reacciones más sucias
tiene
el que a Dios no ama.
Es falta de no sentir
este Evangelio que Dios manda,
y que con Amor y sin cansancio
te lee y de Él te habla
el que Dios elige para el mundo,
que tanta falta le hace
que a Dios pongan lo primero
y
el Amor vaya delante.
El que a Dios le da desprecio
tiene las puertas de la Gloria cerradas
y
abiertas las del Infierno.
Dios te deja libertad,
y luego, esta libertad,
te
deja al descubierto.
¡Hombres que están pidiendo
que la Tierra se niegue
a
darles el alimento!
El hombre engaña al hombre
una
vida entera.
Pero a Dios, Dios hace
que
la mentira la sepan.
Y quede remordimiento,
que es peor
que
enfermedad del cuerpo.
Que ponen los espíritus del mal
y
te retiran el arrepentimiento.
Te lo retiran
para quitarte la Gloria,
porque
te vieron desprecio.
Si el pecado se pesara,
el
desprecio tiraría de la balanza.
El que siga estos Mensajes
cada día y cada hora,
recibe
una Enseñanza.
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Libro 32 - La Palabra del Creador - Tomo III - C9