En Sueño Profético hablaban en la Gloria unos Discípulos de
Dios Hijo, Maestro, como Él quería que Le llamaran sus Discípulos, decían:
"Cuando la Palabra de Dios la llevas
dentro de tu cuerpo, el Mando que Dios te ha dado, con alegría, lo vas
diciendo. Pero, a veces, esta alegría se cambiaba en sufrimientos. La Enseñanza
que nos daba el Maestro nos hacía pensar, después de aceptarla."
Ya dijo Santiago:
Para comprender lo que decía el Maestro
nos juntábamos los Discípulos. En los primeros momentos no lo comprendíamos tan
bien, hasta que en la mesa, cuando todos nos uníamos, cada uno Le contaba lo
que en la calle le habían dicho del Maestro. Había uno que parecía que mucho Lo
seguía, y quería hablar al Maestro. Y el Maestro nos miraba para que
comprendiéramos cómo era el que Lo seguía y no Lo amaba, ni Lo creía. Éste
esperaba a los Discípulos y les hacía muchas preguntas (él y otro que le
acompañaba). Había días que terminaban de ver y de hablar con el Maestro y las
mismas preguntas se las hacían a los Discípulos.
Ya, una noche estando en la cena, dijo el
Maestro estas palabras:
“El que venga a verme y a hacerme
preguntas, y luego os pregunte, cuando está haciendo esto ya no es de mi Padre
el Mando. Coged las Palabras como Yo las estoy diciendo: El que Me venga
haciendo preguntas, después de que a vosotros os las haya preguntado primero, éste
ya no entra en el sitio que Yo estoy con mis Discípulos”.
“Estas Palabras son para él y para
vosotros. Éstas son con el Mando de Dios Padre: El que conozca mi Presencia, lo
que tenga que pedir para no perder la Gloria, si lo pide a mis Discípulos, que
sea negado diciendo: Quién te va a dar consejos mejor que Dios Hijo, que vive
con Cuerpo, y es el que enseña en el que pregunta creyendo”.
Desperté, oí:
Era hacer mal, el que iba al Maestro
haciéndole preguntas que ya se las había hecho a los Discípulos.
El Maestro ya les dijo, a los Discípulos,
que a los que a Él conocían y a los Discípulos les hacían preguntas, que
contestaran diciendo: “El que hable con el Maestro y a Él lo crea, que a Él se
las haga”.
Decían que lo hacían mal al hablar con el
Maestro y esperar a los Discípulos para preguntar.
Esto era un mal de los dos:
Del que preguntaba después de hacer
preguntas al Maestro, y ya decir otras contestaciones.
Desde este momento, cuando les hacían
preguntas a los Discípulos, sabiendo que conocían y que hablaban con el
Maestro, la contestación era negada.
Para hacer servicio a Dios tienes que
leer el libro que es el espíritu, el libro Eterno, que cuando muere el cuerpo
el libro te enseña que, en todos los momentos, Dios puede presentar tu cuerpo.
La carne que Dios me unió, si cuando
vivía su cuerpo yo lo quería, hoy lo quiero más, noche y día. Esto es pensar
del Elegido con sentir eterno.
Ya se vio en su despacho, con su cuerpo,
normal, como cuando copiaba los Mensajes. Su mirada quería dar alegrías, pero
no le salía. Ya dijo:
“Ana cuídate, cuídate, que tu cuerpo lo
necesita el espíritu para cundir esta Obra, que es al Prójimo, donde está
Dios”.
Pon ya todo tu pensar en los que están
aquí unidos. Pero primero en la carne que Dios te unió, que en todos los Arrobos,
Dios me hace verlo en su despacho.
El que crezca con esta Enseñanza, tendrá
en su espíritu síntomas del Cielo. Y puede que llegue a hombre por fuera y con
un sentir de ángeles por dentro.
Que estas palabras que se van a decir,
Dios Padre las decía:
“Haceos niños y entrareis en mi Gloria”.
“Pero niños por dentro, que por fuera
tenéis que ser hombres”.
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Libro 64 - Hechos de Jesús Perdidos, Hoy Dictados en Gloria - Tomo VIII - C8