jueves, 1 de abril de 2021

Aprended, que no perdáis mi Reino

En Sueño Profético hablaban de la Vida de Dios Hombre.

Dijo uno:

Estando una noche en una cena de unos pudientes que al Maestro querían no como Hombre, oímos hablar a Jesús, que su Voz nos paró la cena. Dijo uno:

   –¿Cómo contar todo luego, el que aquí no esté presente esta noche? Si soy yo, que no pierdo Palabras, ¡y temo cambiar los textos!

   –Cierto es –contestaron más de la mitad de los invitados.

Ya dijo el Maestro:

   Luego, el que menos Me haya oído, más querrá saber –esto, el que Me ama–. El que no quiere que Yo sea Dios y Me oiga a Mi mismo pronunciar mi Nombre y actuar como Único Dios, cambiará mis Palabras para que no siga mi Enseñanza. Pero mi Padre siempre mandará su Palabra, dicha con firmeza, a un Lugar que el hombre no pueda detenerla. Luego se verá la diferencia de la palabra dicha por el hombre a la dicha por Mí en el que Yo hable. En el que Yo hable, tendrá fuerza de Dios Padre; no podrá el hombre cambiar Palabra, por no aceptarlo mi Padre. Lo mismo que el que Me oye sabe que soy Dios Hijo por anunciarlo ya mi Padre, todo lo dicho del Cielo lleva a Dios Hijo y a Dios Padre, y el hombre no puede detenerlo.

Y poniendo sus espaldas hacia atrás, buscando descanso en la silla, dijo:

   ¡Hombres necios de la Tierra, que en los mares no Me ven! ¡Hombres incrédulos, que tienen que ver abrirse la Tierra para sentirse despojo!

Quedó en silencio, y de pronto dijo el Maestro:

   Todos los que estamos aquí, tenemos que continuar viéndonos. Primero se hace la siembra, y después, coger cosecha. Ahora sembráis con Dios Hijo, y luego mi Padre os dará recolección Eterna.

Desperté, oí:

¿Quién hablará del Maestro

mejor que los que con Él estaban

en la mesa del banquete?

¿Quién te aclarará Palabras

mejor que el mismo Maestro?

Todos Le hacían preguntas

cuando Él quedó en silencio.

Cuando Él las contestaba,

todos iban comprendiendo.

Lo mismo hablaba de mares,

de montañas, de su Padre,

de que Él era el mismo Dueño del Cielo.

Te hablaba de su Crucifixión,

y ya venía el silencio.

Otra vez se oía decir:

Aprended,

que no perdáis mi Reino.     

Aprended a conocer

al que prepara mi Cruz

queriendo parecer bueno.

Si os preguntan quién sois,

no neguéis al Maestro,

que del Cielo soy enviado

y muy pronto voy al Cielo.

***

Libro 10 - Hechos de Jesús Perdidos, Hoy Dictados en Gloria - Tomo I - C2

1 comentario:

  1. "–Todos los que estamos aquí, tenemos que continuar viéndonos."

    Pues acaso no es igual, lo que tenemos aquí?
    No son esas mismas Palabras para todo el que abraze Su Palabra dicha por Dios a su Profeta?
    Primero es siembra, después cosecha.

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