En Sueño Profético decían:
Cuando vives alegrías de Dios, ya
retiras los sufrimientos. Cuando vives alegrías de Dios, ya tu vida es
diferente. Todo lo que te llega lo recibes nombrando a Dios: en el sufrir, para
pedir fuerzas y que la Fe no te falte y el Amor a Dios sea cada día más grande.
En las alegrías, que Dios te ponga un camino, para que estas alegrías puedan
contagiarse.
Se vio una casa grande y una
mujer salía de ella con un niño de la mano y otro en brazos. Iba vestida con
ropa nueva, pero su cara llevaba pena. Ya se oyó una voz que a ella presentaba:
Todo lo que se ha dictado es de
la vida de esta mujer. Con tantos sufrimientos como tenía, su consejo era
siempre dando alegrías. Éste era su consejo:
“El que se vaya de esta vida sin
tener sufrimientos, no puede servir a Dios para ir dando, a ricos y a pobres,
ejemplo”.
El marido, del trabajo que tenía,
quedó paralítico en un sillón. La familia no les abría mucho las puertas. Pero
a ella no le faltaba el trabajo. Se ofrecía a cuidar niños donde a los suyos
los admitieran. Esto se cundió y todo el pueblo la buscaba, y en la iglesia la
encontraban. Iba todas las mañanas con el niño de un año en brazos, y al de
tres lo llevaba de la mano. Sus consejos eran de alegría con estas palabras:
“Yo hago mi trabajo, y donde voy,
a mis hijos me los cuidan, dándoles más que yo puedo darles en casa. A mi
marido se lo llevan, en el sillón de ruedas, al mesón que hay cerca de casa.
Les sirve para acarrear clientes cuando se enteran de la vida que yo hago con
mis hijos. Esto no es milagro para que yo esté contenta. Yo no podría vivir
quejándome de lo que Dios ha permitido para darme premio mayor”.
Desperté, oí:
Cuando llegaba a mi casa, mi
marido contaba alegrías, y yo más grandes las contaba.
Mis alegrías le podían al
sufrimiento. Estas palabras no son mías, son de mi marido, al que todos los
días lo llamaban en el mesón para que hablara de Dios.
Decían, que él tenía alegría
porque su enfermedad le daba mayor renta cada día.
Que si no hubiera tenido el
accidente de muerte que tuvo, podría haber perdido la Gloria.
Al pensar estas palabras, doy las
gracias a Dios. Prefiero lo que nos ha pasado, antes que vivir como veo que
vive el rico y sano que no se acuerda de Dios.
Mi marido era pobre y retirado de
Dios.
Este sufrir me abrió las puertas
de la Gloria, y Aquí estoy con Dios.
Si te llega sufrimiento, cámbialo
amando a Dios.
Esto ha sido contar un poco de la
familia que su gran sufrimiento, a muchos del pueblo, les hizo buscar a Dios.
El sufrimiento hace falta para
que elija Dios.
***
Libro 60 - Dios No Quiere, Permite - Tomo VII - C2
El Mensaje es impagable!
ResponderEliminarEs alegría Divina tener la compaña de Dios y dejarlo que nos trace los caminos para llegar a la Casa del Padre.