En Sueño Profético decían:
Todo lo que aquí se habla y se dicta es
Mando de Dios. Es Enseñanza para que los espíritus que la quieran se retiren, o
los retiren aquellos que más fuerza tengan para retirar de donde saben que la
maldad la dejan los espíritus que quieren equivocar los sentidos, los sentidos
y la forma de actuar.
Dijo un espíritu de la Gloria:
Queriendo a Dios, aprendes, porque coges
la Enseñanza del que la lleva de Aquí. El que no aprende es el que no oye al
que enseña, no le pide consejo y si trata darlo, con hipocresía o con descaro
lo rechaza, queriendo dejar el consejo fuera de lugar y desmentir al que a Dios
le está sirviendo.
Cuentan Aquí, en la Gloria, que yendo una
mañana cuatro de los Discípulos del Maestro a enseñar a unas fincas donde
muchos los esperaban, y que el Maestro ya quedó que los mandaría con esta
Enseñanza: “Aprended del que Me siga y cumpla mi Mando, y no sentéis a la
mesa al que no viva mi Mando”. Pues unos metros antes de llegar, se les
acercaron unos que cumplían todo lo que mandaba el César pero no lo que mandaba
Dios. Entre estos, uno quiso pedir consejo, pero los que por buenos los tenían
y cumplidores de la ley, no lo dejaron, diciéndole que llegarían tarde al sitio
que iban. Se despidieron de los Discípulos y siguieron, pero el que quería
consejo se fue con cara triste.
Sabiendo el Maestro todo lo ocurrido,
cambia su camino y se presenta a ellos cuando más descuidados iban. Ya cambió
la cara el que la llevaba triste y la puso contenta. Y los que iban contentos
la cambiaron en ira oculta. Se acercó el Maestro y quiso éste confesar su
flaqueza de espíritu por no dejar a los amigos que lo tenían engañado y seguir
con los Discípulos, pero el Maestro no lo deja para que todos vieran que era
Dios, aunque quería que Le dijeran Maestro.
Éstas fueron las primeras palabras que
todos oyeron:
“Ven tú solo, con tu deseo de aprender y
pregúntame lo que quieras saber para no ir a mi contra. Haces bien en cumplirle
al César, pero si no cumples mi Mando, no te sirve lo del César. Porque al
César Yo soy el que le dejo el Mando”.
Desperté, oí:
Este hombre no vivía tranquilo por
cumplir al César y dejar la Enseñanza del Maestro.
Los que con él siempre iban no querían
que él pidiera consejo.
Siempre le ponían impedimentos, y como
tenían maldad, tiraban de su querer.
Dios lo sabía, como Dios, y les sale al
encuentro.
El se fue con los Discípulos y se le
cumplió el querer de querer buen consejo.
***
Libro 64 - Hechos de Jesús Perdidos, Hoy Dictados en Gloria - Tomo VIII - C2
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