sábado, 27 de junio de 2020

Es más difícil enseñar que aprender

En Sueño Profético decían:

Es más difícil enseñar que aprender, y hay enseñanzas que las aprende antes el que menos sabe.

Dijo uno:

Hay cosas tan incomprendidas, que tienes que decir que las comprendes, porque si intentas el comprenderlas, nunca las comprenderás.

Hay gente queriendo a Dios, que no intentan el comprender, porque el grande querer les anula el querer comprender.

Mi padre nos enseñó a querer a Dios aceptando todo lo de Dios, sin buscar el final. Decía, que todo hombre que quisiera buscar el empiezo y el final de las cosas de Dios, era hombre fracasado, era hombre sin Amor a Dios, sin saber su Poder y queriendo que Dios se someta a que a él le dé explicación de lo que esta Sabiduría infinita y sin medida ha hecho, hace y hará. Pues decía mi padre, que conocía a más hombres que sabiendo de todo, sabían menos de las cosas de Dios, que a hombres sin saber de nada, saber del por qué Dios actúa así; que él tenía unos amigos, que siempre que entraban en el mesón donde él muchos días también entraba porque le cogía al paso después de su trabajo, y que allí con el dueño hablaba del día pasado, y que siempre era el despedirse: “¡Mañana, Dios dirá…!”. Pues decía, que de estos amigos suyos, él acabó por decir: “¡Si, yo fui amigo de ellos! Ya, sólo el adiós”. Un día, dice que formaron una gran discusión, y que todo lo que se oía era hacerle reforma a lo que Dios nunca reformará.

Estas palabras, dice mi padre que dijo uno que llegó al mostrador con una cayada en la mano y unas voces con distancia unas de otras. Pidió deprisa algo que le calentara y le calmara el tiritar. Y se dirigió al grupo, diciendo:

   –Perdonad que os paren mis palabras. Si queréis comprender lo que Dios hace y manda, daos por servidores de Él, y dormid tranquilos, que Él os manda. Pero nunca olvidéis que Él es el que sabe y manda. ¿Cómo se puede comprender que yo, con este ropaje, Él, un día sí y otro también diré, baje a visitarme a la montaña?

Todos dejaron sus copas, de la mano, en el mostrador, y en la misma dirección las caras y las miradas.

   –El ganado se echa en el suelo, y allí queda la montaña con sus secretos, en silencio. Yo, tan sólo un día, pensé: “¿por qué será pasarme esto a mí?”. De pronto me lo quité: ¿puede que sea al ganado?, ¿puede que sea a la montaña?, ¿puede que sea a la atmósfera, que tanto al hombre hace falta…? Me puse hasta de rodillas, para borrar aquella terrible falta: ¿quién es un pobre pastor? Él sabía y sabe más que yo.

Desperté, oí:
A todos nos enseñó
el pastor de la montaña,
como le decían en el mesón.

Dios bajaba en su compaña
cuando estaba en oración.

Y él mismo se preguntaba,
y le respondía una Voz,
sin pasar pos su garganta:

Yo soy Pastor de los hombres.

Tú, de su alimento y su lana.

Pero haces oración,
y Yo bajo a la montaña
.


***

Libro 14 - Dios Manda en Su Gloria que Eneseñen - Tomo II - C6

1 comentario:

  1. Precioso Mensaje !
    Se pueden sacar tantas enseñanzas!
    Una de ellas es que la oración dicha con el corazón llama a Dios y Dios baja

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