miércoles, 20 de abril de 2022

La vida es un cerillo que antes de que encienda se apaga

En Sueño Profético hablaban de la vida del cuerpo. Le daban muchos nombres, pero todos iban al tiempo. Decían:

Préstamo que Dios deja. Viaje que no echa equipaje porque es corto el viaje y pronto vuelve a casa. Niñez, juventud o vejez que no te da tiempo a pensarla.

Dijo uno:

Se lucha por la vida del cuerpo y es la que peor te paga.

De niño empiezas a cuidarla para el día de mañana, y, a veces y más veces, de Dios no le hablas.

Ya llega a edad que la juventud desprecia consejos que de la muerte le dieran. Éste, si tiene capital, la palabra muerte desprecia.

Ya, cuando llega vejez, piensa: ¡Qué fracaso hice de mis años para cuando fuera viejo! ¡Ahí se queda la finca que tanto me quitó el sueño y me hizo quedar mal con el que me trabajaba, porque yo quería más trabajo y menos jornal! ¡Todo pensando en mañana y olvidando esta vida que aprisa vejez me manda!

Desperté, oí:

Esto lo oí yo en la Tierra cuando el cuerpo le servía a mi espíritu.

Uno, no pensaba en la muerte y la avaricia lo enfermaba.

El que era lo contrario, contento siempre a la muerte nombraba.

Decía:

“La vida es un cerillo que antes de que encienda se apaga.

Yo cuido vida de espíritu, a la que no le hace falta nada si estás con Dios.

La vida del cuerpo cada día te exige más, y te desprecia lo fácil y te lleva a lo difícil desear.

Y tú mismo te haces esclavo para herencia dejar.

La Vida de espíritu te ofrece Eternidad, te retira del pecado y te hace que olvides lo que el cuerpo dice caro.

El cuerpo es exigente. Y el espíritu, si amas a Dios, se hace valiente”.

Le daban en la Gloria muchos nombres a la vida del cuerpo.

Se oía mucho: “Préstamo que Dios deja.

Que si no pagas con Amor a Dios, te pide cuentas”.

¡Qué Enseñanza más sencilla es la Palabra de Dios!

Quiere que las cosas de la Tierra sean tus esclavas, no tú esclavo de la Tierra.

Con Dios sobran palacios y riquezas.

Y no piensas en la muerte porque Dios es Vida Eterna.

***

Libro 40 - Dios Manda en Su Gloria que Enseñen - Tomo VI - C3

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